Gripe aviar: De la “no pandemia” de 2005 a la alerta H5N1 de 2025. Antivirales, vacunas y negocio pandémico
Hace veinte años la amenaza de una gran pandemia de gripe aviar H5N1 llenó portadas, vació almacenes de antivirales como Tamiflu y alimentó un gigantesco negocio de “preparación” que nunca se justificó por los hechos. Hoy, con nuevos brotes de H5N1 en aves y una carrera global por vacunas de última generación, las similitudes son demasiadas como para mirar hacia otro lado.
A mediados de la década de 2000, la gripe aviar H5N1 se convirtió en el gran miedo sanitario global: brotes en aves en Asia y Europa, algunos casos humanos con alta letalidad y una narrativa de “pandemia inminente” que parecía cuestión de meses. La Organización Mundial de la Salud (OMS) llegó a incluir en sus planes de preparación a los antivirales como herramienta central junto a las futuras vacunas, alentando a los gobiernos a crear reservas estratégicas.
En la práctica, lo que no pasó entonces fue precisamente lo que se anunciaba: NO hubo pandemia de gripe aviar. El virus siguió siendo un patógeno muy grave para aves y capaz de causar casos humanos esporádicos, pero NUNCA adquirió la capacidad de transmitirse de forma sostenida entre personas.
El pelotazo de Tamiflu y los antivirales
En ese contexto de miedo, los antivirales como oseltamivir (Tamiflu, del laboratorio Roche) se presentaron como la gran tabla de salvación frente al posible apocalipsis gripal. Países de todo el mundo invirtieron miles de millones en comprar y almacenar millones de dosis, impulsados por recomendaciones oficiales y por una intensa presión mediático‑política.
La propia OMS creó un stock global de antivirales con donaciones del fabricante para su despliegue rápido, fórmula que luego se exportó a la NO pandemia de gripe A (H1N1) de 2009.
Años después, revisiones independientes y trabajos de investigadores y periodistas críticos han ido mostrando que el beneficio real de Tamiflu era mucho más modesto de lo prometido y que los efectos adversos y los conflictos de interés estuvieron sistemáticamente infravalorados.
No fue solo un problema de eficacia clínica; fue un modelo: construir un negocio sobre una amenaza inflada y una sensación de urgencia permanente.
Vacunas: más promesa que realidad
¿Había vacunas específicas contra H5N1 en 2005? En aquel momento se trabajaba ya en prototipos de vacuna, pero los resultados tempranos eran decepcionantes: dosis altísimas para conseguir respuesta inmune aceptable y dificultades técnicas para producir a gran escala.
Ensayos patrocinados por gobiernos y farmacéuticas mostraban que, con las tecnologías clásicas, fabricar “de antemano” una vacuna capaz de frenar una hipotética pandemia de H5N1 era poco realista.
La propia OMS reconocía que no tenía sentido fabricar una vacuna para un virus que todavía no había dado el salto definitivo, porque el preparado tendría que ajustarse a la futura variante pandémica real.
En la práctica, el negocio pandémico de aquella época se concentró más en los antivirales y en la venta de “planes de contingencia” que en una vacunación masiva específica contra H5N1.
Durante todos esos años, documenté cómo el caso Tamiflu se convertía en paradigma de “pelotazo sanitario”: un fármaco con eficacia discutible que, gracias a la combinación de miedo, opacidad de datos clínicos y complicidad institucional, generó ventas millonarias.
He explicado en varias ocasiones cómo las administraciones públicas compraron reservas que luego caducaron en almacenes, mientras nuevas evidencias cuestionaban el relato oficial sobre la utilidad real del medicamento y sus efectos adversos.
En 2016, por ejemplo, se dio la paradoja de que caducaran enormes lotes de Tamiflu adquiridos en plena “alarma pandémica”, confirmando a posteriori que aquella “no pandemia” de gripe A y el miedo a la gripe aviar habían sido un excelente negocio para Roche y sus socios.
Más recientemente, he vuelto sobre Tamiflu y otros antivirales como símbolo de un modelo donde las emergencias sanitarias se entrelazan con intereses financieros y bursátiles.
H5N1 hoy: brotes reales, relato conocido
Avanzamos hasta 2025. El subtipo H5N1 vuelve a circular con fuerza en aves domésticas y silvestres en varios continentes, con focos en Europa –incluida España– que obligan a sacrificios masivos y a medidas extremas como el confinamiento total de aves al aire libre.
El virus sigue siendo muy patógeno para las aves y ocasionalmente causa casos graves en humanos expuestos, pero las autoridades insisten en que el riesgo de transmisión sostenida entre personas continúa siendo bajo.
Sin embargo, el guion mediático resulta familiar: titulares alarmistas, mención recurrente a la “posibilidad” de una futura pandemia y un discurso que combina prudencia técnica con llamados a reforzar “la preparación global”.
De nuevo aparece la idea de que la respuesta pasa, sobre todo, por más tecnología biomédica: antivirales, vacunas específicas, plataformas de ARNm y grandes inversiones en capacidad industrial.
El virus de la gripe aviar se utiliza explícitamente como “patógeno prototipo” para ensayar la rapidez y flexibilidad de estas plataformas, más allá de que la pandemia llegue o no a materializarse.
Similitudes inquietantes entre 2005 y 2025
Hay, al menos, tres paralelismos llamativos entre la “no pandemia” de 2005 y el escenario actual:
- Se repite la disonancia entre el riesgo real descrito (virus grave en aves, casos humanos esporádicos, baja transmisión entre personas) y el relato de una pandemia que “puede estar a la vuelta de la esquina”.
- Vuelve la lógica del acopio: reservas de antivirales en su día, ahora también contratos anticipados y capacidad industrial para vacunas que tal vez se usen masivamente o tal vez queden, en parte, sin desplegar.
- De nuevo hay una concentración del debate en soluciones farmacológicas, mientras se aborda poco la raíz estructural: la ganadería industrial intensiva, la destrucción de ecosistemas y los modelos que facilitan el salto de virus de animales a humanos.
La historia reciente de Tamiflu, tal como he ido relatando, muestra cómo ese desajuste entre riesgo y respuesta puede traducirse en un enorme trasvase de dinero público hacia manos privadas, con poca transparencia y escaso control democrático.
Lo que podría ocurrir ahora
El escenario más optimista, el que nos cuenta la narrativa oficial, es que la preparación pandémica actual sirva, de verdad, para proteger a la población: que las vacunas H5N1 de ARNm se demuestren útiles y seguras si algún día hace falta usarlas, que las reservas se gestionen con criterios de proporcionalidad y que las decisiones no se tomen en función de los intereses de unos pocos actores industriales.
Pero la experiencia de 2005 y de la “no pandemia” asociada al negocio de Tamiflu obliga a plantear preguntas incómodas. Entre ellas:
- ¿Quién decide cuándo una amenaza justifica contratos y reservas millonarias, y con qué grado de transparencia se toman esas decisiones?
- ¿Qué papel tienen los datos independientes –como las revisiones de Cochrane que desmontaron el mito de Tamiflu– frente a los informes financiados por las propias compañías?
- ¿Qué prioridad se da a medidas estructurales (reducir macrogranjas, reforzar vigilancia en fauna silvestre, cambiar el modelo agroindustrial) frente a la promesa de una vacuna o un antiviral que lo arreglará todo?
Si esas preguntas no se ponen en el centro del debate, el riesgo es repetir el mismo patrón: emergencias que se anuncian a bombo y platillo, contratos blindados, tecnologías rentables y, al final, una ciudadanía que vuelve a descubrir que la supuesta “gran pandemia” no llegó… pero la factura sí.
La gripe aviar H5N1 sigue siendo un virus a vigilar, y la investigación en vacunas y antivirales puede tener su lugar en una estrategia de salud pública equilibrada. El problema no es la ciencia en sí, sino el modo en que se instrumentaliza: cuando la preparación se convierte en negocio anticipado, cuando los conflictos de interés no se declaran y cuando se repite el miedo como herramienta de marketing.
La historia de Tamiflu, tal como se ha ido reconstruyendo en investigaciones periodísticas y revisiones independientes, ofrece una lección clara: sin transparencia, sin evaluación crítica y sin control ciudadano, la “preparación pandémica” puede terminar siendo una etiqueta amable para un nuevo pelotazo sanitario.
Que ocurra o no con la nueva gripe aviar dependerá menos del virus y más de hasta qué punto seamos capaces de aprender de lo que ya pasó en 2005… y lo que se viene observando y documentando desde entonces.