Nuevos datos sobre el pelotazo del medicamento para la gripe Tamiflu
La gripe «española» de 1918 provocó millones de muertos y sigue presente en la imaginación popular. Ese recuerdo se reavivó en 2005 con la gripe aviar y en 2009 con la pandemia de gripe A que por suerte nunca llegó a ser tal. Como respuesta a la amenaza se promovió el uso de los antivirales como Tamiflu (oseltamivir) y Relenza (zanamivir) de los que se hicieron compras millonarias por los gobiernos. Todo fue un pelotazo económico sanitario cada día contestado con más datos (sobre todo sus daños).
Los beneficios fueron privados y los «efectos secundarios» del timo… públicos. Como explica en un artículo profundo de 2014 el médico y experto en salud pública Juan Gérvas, hubo dudas acerca de la efectividad de los antivirales y la presión científica y política obligó a que las compañías farmacéuticas compartieran los datos crudos de los ensayos clínicos de los mismos.
El análisis independiente permitió concluir en 2014 que los antivirales tenían una eficacia modesta en el alivio de los síntomas, carecían de impacto sobre complicaciones y muertes, tenían efectos adversos importantes y no modificaban la transmisión-contagio.
Ello ha supuesto, en palabras de citado galeno:
la erosión del crédito de la medicina, de los medicamentos, de los ensayos clínicos, de las autoridades y del proceso de toma de sus decisiones».
La gestión de la «pandemia de gripe A» fue nefasta desde el punto de vista de la salud pública; no se respetó el principio de autonomía, se abusó del principio de precaución, faltó transparencia en la toma de decisiones, se consideraron tan solo los objetivos sanitarios respecto a morbilidad y mortalidad sin atender al conjunto de la actividad social y económica ni a la distribución de las cargas según sectores y se erosionó el crédito de las autoridades sanitarias, como hemos indicado.
Pero parece que NO hemos aprendido las elecciones de aquel pelotazo pues instituciones sanitarias de la importancia de los CDC o Centros para el Control de las Enfermedades de Estados Unidos (EE.UU.) continúan basando su estrategia en estos medicamentos. Como se preguntan estos expertos en su post, ¿Tamiflu para todos? Pues parece ser que sí aunque la decisión se tome sin fundamento científico, pura pseudociencia.
Como cuentan en ese artículo, los CDC resaltan de manera constante que el Tamiflu puede prevenir las complicaciones graves e incluso la muerte pero no citan que los últimos análisis expresan su preocupación por los posibles daños renales y los eventos adversos neuropsiquiátricos que puede provocar este fármaco. Conviene leer ese post completo pues entre otros datos cuenta que los CDC recibieron dinero del fabricante de Tamiflu, el laboratorio Roche…
En la misma línea se enmarca la respuesta de los especialistas de la colaboración Cochrane, uno de los pilares de la llamada Medicina Basada en la Evidencia, a los responsables del European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC): Tamiflu alivia los síntomas como la aspirina pero con gravísimos efectos adversos que desgrana en un extenso y documentado informe.
Los adamantanos, antivirales de la gripe como amantadina y rivamidina, se han utilizado desde mediados de la década de 1970 del siglo pasado. Su eficacia es relativa contra los virus A (en los que provocan resistencia) y son totalmente ineficaces contra los B. Además, tienen efectos adversos neurotóxicos.
En 1989 se sintetizó en Australia el primer antivírico diseñado como inhibidor de la neuraminidasa (enzima que permite la dispersión celular del virus de la gripe) el zanamivir, que posteriormente adquirió GlaxoSmithKline que lo comercializó con el nombre de Relenza, previsto para ser administrado por inhalación.
Entre 1990 y 1995, a partir del anís estrellado, planta originaria del sur de China y de Vietnam, se desarrolló el oseltamivir por Gilead, empresa de Estados Unidos que vendió los derechos de explotación comercial a Roche la que a su vez lo puso en el mercado con la denominación de Tamiflu.
Cabe señalar la conexión entre Gilead y el gobierno de Estados Unidos, pues uno de los presidentes de la compañía farmacéutica fue Secretario de Defensa en dos periodos, Donald Rumsfell.
La aprobación de la comercialización de Relenza en 1999 provocó un escándalo científico ya que el comité técnico de la Food and Drug Administration (FDA), la agencia de medicamentos de Estados Unidos, desaconsejó su introducción en el mercado por falta de datos sobre efectividad y seguridad teniendo en cuenta el informe que contiene la revisión de los ensayos clínicos.
Este informe lo consiguió la organización ciudadana estadounidense Public Citizen a través de la lay de libertad de información y pudo acreditar que estos resultados de los ensayos clínicos no apoyaban su comercialización por la falta de efectividad y por sus efectos secundarios (broncoespasmo, entre otros).
La FDA también aprobó la comercialización de Tamiflú en 1999, con ensayos clínicos que habrían probado la disminución de la duración del cuadro gripal pero que arrojaban un dudoso impacto sobre las complicaciones y muertes. De nuevo fue muy criticada su relación beneficio riesgo. La situación se complicó en 2006 a raíz del acaecimiento de 39 muertes de adolescentes y niños en Japón asociadas al uso del Tamiflu y a sus efectos adversos neuropsiquiátricos (que incluyó suicidios).
Las revisiones científicas Cochrane al respecto concluyeron en 2006 que los beneficios clínicos de ambos antivirales no justificaban su uso en condiciones epidémicas habituales ni en pacientes sin problemas graves de salud y que su utilización no disminuía la transmisión del virus.
En 2009, la OMS comenzó la revisión de los inhibidores de la neuronimidasa mientras se producía la NO pandemia de gripe A y en 2011 incluyó Tamiflu entre los medicamentos esenciales, no sin escándalo puesto que no existían razones evidentes para tal decisión. Leed completo el trabajo de Gérvas que ofrece datos sobre cómo se impuso la utilización de estos dos antivirales de baja eficacia y graves riesgos.
La amenaza de la no pandemia fue de nuevo una falsa alarma pues la mortalidad fue incluso menor que en la epidemia anual estacional.
Algo similar a lo que ya había ocurrido antes, en 2005, con la epidemia de gripe Aviar que por suerte tampoco llegó a ser tal. Pero las ventas de Tamiflu y Relenza crecieron de acuerdo con el pánico de la población.
Sin embargo, la necesidad de reevaluar la efectividad y seguridad de los antivirales permitió descubrir y denunciar los problemas de transparencia respecto a los datos de los ensayos clínicos y ello abrió las puertas al acceso público de sus hallazgos, a resulta de la presión ejercida por periodistas, científicos y profesionales sanitarios críticos, por la buena voluntad de algunas compañías farmacéuticas y finalmente, por la aprobación de nueva legislación al respecto.
En lo que a la «pandemia» de la gripe A se refiere, tal vez convenga airear el posicionamiento -o posicionamientos, pues los hay que han variado sustancialmente- de algún que otro responsable sanitario de «nivel».
Tal parece ser el caso del Dr. Antoni Trilla, epidemiólogo y Director de Calidad y Seguridad Asistencial del Hospital Clinic de Barcelona.
El Dr. Trilla ha pasado en menos de un año -noviembre 2008- de afirmar que:
«Cabe recordar que la industria farmacéutica está dentro de las más rentables del mundo, por encima de los bancos, las telecomunicaciones o los ordenadores. Además, la industria farmacéutica sigue argumentando que invierte una gran parte de sus presupuestos en investigación y desarrollo, una afirmación discutible según como se analicen las cifras. La industria, que apenas ha sido capaz de sintetizar ni descubrir nuevas moléculas realmente eficaces en los últimos años, dedica una gran parte de su presupuesto al marketing, probablemente más que a investigación y desarrollo.»
Y que:
«Adicionalmente, la industria, directa o indirectamente, es capaz de crear estados de opinión que transmitan señales a la sociedad sobre la existencia de potenciales nuevas enfermedades o revitalicen algunas enfermedades que no siendo tan importantes supongan, por el contrario, un buen mercado potencial.»
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/11/17/saludpublica/1226912794.html
A afirmar en octubre de 2009 que:
«Estas últimas semanas han circulado y están circulando por la red diferentes manifiestos, denuncias, advertencias, proclamas y vídeos relativos a las diversas «mentiras» referidas a la gripe pandémica A (H1N1).
Lo más habitual es que se alerte a la población, totalmente indefensa frente a los hostiles imperios alienígenas (parafraseando a Quim Monzó), frente a las multinacionales y frente a los gobiernos y agencias gubernamentales, sobre la inexistencia de la enfermedad (esta pandemia es un invento), la inseguridad e ineficacia de la vacuna (que además está deliberadamente contaminada), la ausencia de gravedad de la enfermedad (la gripe A no puede llevar a la muerte a nadie), y la inutilidad de los antivirales (que son ineficaces a la vez que tóxicos).
A estas afirmaciones se suman desde revistas pseudocientíficas de difusión general hasta monjas benedictinas, pasando por ex-ministras nórdicas o ciudadanos canadienses que, además, afirman que todo es un complot para diezmar a la humanidad, añadiendo el toque siniestro a la situación. También aparecen de vez en cuando profesionales que, en lugar de disentir siguiendo las normas habituales y reglas de la ciencia (lo cual es perfectamente lícito y beneficioso), se apuntan al carro conspiranoico y les falta tiempo para escandalizarse y «denunciar públicamente» abusos varios.»
Y que:
«Los profesionales sanitarios que defendemos las ventajas y conocemos los inconvenientes de las vacunas (y en este caso, creemos también que la gripe A es real, que puede complicarse, que en algún caso es mejor tratarla con antivirales y que ojalá dispusiésemos ya de la vacuna) estamos, además de equivocados, vendidos a estas multinacionales (lamentablemente mi nómina no parece estar de acuerdo con esta afirmación: trabajar en el sistema sanitario público tiene muchas ventajas y algunos inconvenientes, ¡qué le vamos a hacer!).
Somos sospechosos de hacer el juego a las fuerzas ocultas que gobiernan el mundo. Sin saberlo (tontos útiles) o sabiéndolo (malvados conspiradores), actuamos como asesores científicos del Club Bildeberger, cuando no pertenecemos a los Francmasones o a los Templarios, que por lo menos llevaban una espada y un bonito uniforme blanco, como nuestras batas (eso sí, con una gran cruz roja no INSALUD).
En un excelente artículo publicado en el suplemento ‘ES’ de La Vanguardia (19 de septiembre de 2009), el psicólogo Luis Muiño describía las bases de la «conspiranoia» (neologismo fusionado de conspiración y paranoia). La clave, según el autor, es que estas teorías cospiranoicas son indemostrables: nunca se podrán refutar ni probar. Los individuos que se apuntan o crean estas teorías consideran que detrás de todo acto hay algo oculto, se convierten en expertos y sacan conclusiones a partir de ellos. El lado oscuro de esta forma de pensamiento es peligroso: pueden caer en una interpretación paranoide de la realidad y acaban confundiendo casualidad con causalidad.»
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/10/19/saludpublica/1255940490.html
Tengo para mí la impresión de que más de uno ha confundido su deseo de que determinadas cuestiones no puedan ser demostradas con la cruda realidad.
Cuanto menos tomemos mejor. Por dormir mal suelo tener dolores de cabeza y siempre intento no tomar nada. Dicen que los neurologos aconsejan tomar gelocatil para no dañar las neuronas, pero no sé yo…
Pues como que ya se están echando en falta los comentarios de individuos como Vicente Baos, J.M. Mulet y todos aquellos que pretenden mostrarse (afortunadamente sin conseguir engañar a todos) preocupadísimos y sumamente alarmados por las consecuencias de la aplicación de la pseudociencia en medicina.