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Ozempic, Novo Nordisk y el Ministerio de Sanidad: ¿Por qué sólo preocupa la publicidad y no los daños?

La reciente noticia de que el Ministerio de Sanidad ha abierto una investigación a la farmacéutica Novo Nordisk, fabricante de Ozempic, por una posible infracción de la normativa de publicidad de medicamentos, ha vuelto a poner en primer plano el debate sobre el papel de las autoridades sanitarias en la protección de la salud pública.

Sin embargo, lo que podría parecer un avance en la vigilancia de la industria farmacéutica, revela en realidad una preocupante ceguera institucional porque mientras se fiscaliza la forma en la que se comunica sobre un medicamento, se ignora el fondo de la cuestión, es decir, los daños que este fármaco puede estar causando a miles de personas.

En este análisis, trataremos de profundizar en las distintas aristas del caso Ozempic, desde el contexto de la investigación del Ministerio, pasando por los daños ya documentados y publicados en este blog y otros medios, hasta la responsabilidad de la industria y la preocupante falta de acción de las autoridades sanitarias frente a los efectos adversos graves.

Porque, como veremos, decir “sí” a no estigmatizar a las personas con obesidad es imprescindible, pero decir “no” a la impunidad de las farmacéuticas ante los daños de sus productos es, sencillamente, una cuestión de justicia y salud pública.

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De la diabetes al “milagro” adelgazante

Ozempic es el nombre comercial de la semaglutida, un medicamento desarrollado por la farmacéutica danesa Novo Nordisk y aprobado inicialmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Su mecanismo de acción consiste en imitar la acción de una hormona llamada GLP-1, que estimula la secreción de insulina y reduce el apetito.

Pronto, sin embargo, se popularizó su uso fuera de indicación (off-label) como “solución milagrosa” para perder peso, especialmente tras su promoción en redes sociales y medios de comunicación.

En poco tiempo, Ozempic pasó de ser un fármaco para diabéticos a convertirse en el secreto de famosos y personas influyentes para adelgazar rápidamente.

El fenómeno fue tal que en muchos países, incluida España, se produjo escasez del medicamento, dejando a pacientes diabéticos sin acceso a su tratamiento. La propia Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) tuvo que emitir alertas sobre la falta de suministro, reconociendo el uso masivo del fármaco para fines NO autorizados.

En este contexto, Novo Nordisk lanzó una campaña publicitaria en marquesinas de 13 ciudades españolas y en redes sociales, supuestamente para “concienciar” sobre la obesidad y “evolucionar la conversación” sobre esta enfermedad.

Sin embargo, el Ministerio de Sanidad sospecha que el verdadero objetivo de la campaña es la promoción indirecta de Ozempic, lo que supondría una infracción de la normativa que prohíbe la publicidad de medicamentos sujetos a prescripción al público general.

La reacción del Ministerio ha sido abrir una investigación y solicitar información a la farmacéutica. Las acciones de Novo Nordisk cayeron casi un 4% tras el anuncio, y la polémica sobre la campaña ha reavivado el debate sobre la delgada línea entre la información sanitaria y la promoción comercial.

La investigación del Ministerio: ¿Por qué sólo la publicidad?

Lo más llamativo de la actuación del Ministerio de Sanidad es que la investigación se centra exclusivamente en la posible infracción de la normativa publicitaria, sin abordar en ningún momento los daños asociados al uso masivo y fuera de indicación de Ozempic.

La preocupación institucional parece ser que la campaña pueda inducir a la automedicación o estigmatizar a las personas con obesidad, pero no que el medicamento esté causando efectos adversos graves, incluso muertes.

Sí, existen informes oficiales y estudios que vinculan el uso de Ozempic y otros medicamentos similares con muertes, principalmente por complicaciones como pancreatitis aguda. En el Reino Unido, al menos diez personas han fallecido tras sufrir pancreatitis, presuntamente como efecto secundario de inyecciones para perder peso como Ozempic, Wegovy y Mounjaro.

La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios británica (MHRA) ha registrado más de 560 notificaciones de inflamación del páncreas relacionadas con estos fármacos.

Y es que en los últimos años, hemos asistido a una creciente preocupación por la “gordofobia” y la estigmatización social de la obesidad, lo cual es sin duda necesario y positivo. Sin embargo, este enfoque ha servido en ocasiones para desviar la atención de los riesgos reales asociados a los tratamientos farmacológicos, especialmente cuando estos se promocionan como soluciones rápidas y milagrosas.

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Foto de Towfiqu barbhuiya.

La paradoja es evidente: mientras se vigila con lupa la forma en la que se comunica sobre la obesidad y los medicamentos, se mira hacia otro lado ante los daños concretos que estos pueden causar. No hay investigaciones abiertas sobre los efectos adversos de Ozempic, ni exigencia de responsabilidades al fabricante por las posibles víctimas. El foco está en la publicidad, no en la farmacovigilancia.

Esta asimetría revela una preocupante tendencia en la gestión de la salud pública: se protege la imagen del medicamento y del fabricante, pero no se exige transparencia ni reparación para quienes sufren las consecuencias más graves. El resultado es que los pacientes quedan desprotegidos, mientras la industria farmacéutica sigue operando con una impunidad alarmante.

Efectos adversos graves y muertes documentadas

En este blog hemos documentado numerosos casos de efectos adversos graves asociados al uso de Ozempic y otros medicamentos similares. En Reino Unido, se han reportado decenas de muertes relacionadas con su uso, como explicamos arriba, así como efectos secundarios como ideación suicida, autolesiones y posibles riesgos de cáncer de tiroides.

La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha abierto investigaciones por intentos de suicidio vinculados a la semaglutida, y la ficha técnica del medicamento ni siquiera recoge esta advertencia.

A estos riesgos se suman complicaciones oculares (como la retinopatía diabética y la posible ceguera), pancreatitis aguda, deshidratación severa, problemas gastrointestinales graves y otros efectos recogidos en los propios prospectos oficiales.

El uso masivo y fuera de indicación médica, alentado por campañas que normalizan su consumo para adelgazar, ha generado una situación de riesgo sanitario de primer orden.

Uno de los aspectos más graves de la actual situación es la ausencia de mecanismos efectivos para la reparación de los daños causados por medicamentos como Ozempic a sus víctimas. Ni la compañía farmacéutica ni las autoridades sanitarias han establecido procedimientos claros para la atención, indemnización o compensación de los afectados.

En la práctica, las personas que sufren efectos adversos graves quedan desamparadas, sin información, sin apoyo y sin recursos para defender sus derechos.

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Esta falta de reparación es especialmente sangrante en el caso de los daños más graves, como la ceguera, el suicidio o la muerte. La industria farmacéutica se beneficia de un sistema que le permite externalizar los costes de los daños, mientras maximiza sus beneficios y refuerza su imagen pública a través de campañas de “concienciación”.

La necesidad de una farmacovigilancia real y efectiva

Frente a esta situación, es imprescindible reclamar una farmacovigilancia real y efectiva, que ponga en el centro la seguridad de los pacientes y la transparencia en la gestión de los riesgos. Esto implica, entre otras cosas:

  • Investigar de forma independiente y rigurosa los efectos adversos de los medicamentos, especialmente cuando se utilizan fuera de indicación.
  • Informar de manera clara y veraz a los profesionales sanitarios y a la población sobre los riesgos asociados.
  • Exigir a la industria farmacéutica la asunción de responsabilidades y la reparación de los daños causados.
  • Establecer mecanismos ágiles y accesibles para la denuncia y atención de los afectados.
  • Priorizar la salud pública sobre los intereses comerciales y la imagen institucional.

El caso Ozempic es un espejo de las contradicciones y carencias del sistema sanitario y regulatorio. Mientras el Ministerio de Sanidad investiga la publicidad de Novo Nordisk, ignora los daños reales que sufren miles de personas. Se protege la imagen del medicamento y del fabricante, pero no se exige transparencia ni reparación para las víctimas.

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