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El lado oscuro de la cirugía láser ocular: Suicidio y sufrimiento tras el LASIK

La cirugía láser ocular, conocida popularmente como LASIK, se ha vendido durante décadas como una solución moderna, rápida y casi milagrosa para librarse de gafas y lentillas. Sin embargo, bajo la superficie de esta industria multimillonaria, se esconde una realidad silenciada: El sufrimiento extremo y, en los casos más dramáticos, el suicidio de algunos pacientes que, tras someterse a este procedimiento electivo, ven su vida arruinada por complicaciones físicas y psicológicas.

La historia de Ryan Kingerski, un joven policía estadounidense, es solo la punta de un iceberg que la industria y buena parte de la comunidad médica prefieren ignorar.

La tragedia de Kingerski: “LASIK me quitó todo”

Ryan Kingerski tenía solo 26 años cuando decidió someterse a una cirugía LASIK, con la esperanza de mejorar su calidad de vida y volver a patrullar las calles de Penn Hills, en Pensilvania.

Lo que recibió a cambio fue un calvario de dolor, visión distorsionada y una cadena de decepciones médicas que terminaron llevándole al suicidio cinco meses después de la operación.

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Según relatan sus padres, Ryan comenzó a sufrir dolores de cabeza insoportables, extrema sensibilidad a la luz, visión doble y manchas oscuras en su campo visual tras la intervención.

“Le arruinó la vida. La arruinó. Completamente arruinó su vida en 12 segundos”, declaró su padre, Tim Kingerski.

El joven no pudo volver a su trabajo como policía y, tras consultar a varios especialistas sin encontrar alivio, dejó una nota demoledora:

“No puedo soportar esto más. LASIK me quitó todo”.

No es un caso aislado: el sufrimiento tras el LASIK

Por desgracia, la historia de Ryan no es un hecho aislado. En los últimos años, han salido a la luz decenas de casos similares en todo el mundo. Gloria McConnell, madre de dos hijos, se suicidó tras años de dolor crónico y depresión provocados por las secuelas de la cirugía láser.

“Soy una reclusa en mi propia casa y me paso horas en la cama con dolor”, escribió antes de quitarse la vida.

Como ella, otros pacientes han relatado en foros y asociaciones de afectados que, después de la operación, dejaron de ser las personas activas y sociables que eran convirtiéndose en prisioneros de su propio cuerpo y mente.

El caso de Jessica Starr, una meteoróloga estadounidense, también conmocionó a la opinión pública. Tras someterse a una cirugía láser, comenzó a experimentar sequedad ocular y visión borrosa que la llevaron a una profunda desesperación.

En un vídeo publicado en redes sociales poco antes de su muerte, pedía ayuda y consejos a otros pacientes para sobrellevar la recuperación. Su suicidio volvió a poner el foco en los riesgos reales de este procedimiento, que la industria sigue minimizando.

¿Qué dicen los datos?

La industria del LASIK y buena parte de la oftalmología privada insisten en que las complicaciones graves son extremadamente raras. Según el Consejo Americano de Cirugía Refractiva, el 96% de los pacientes están satisfechos y menos del 1% sufre complicaciones que amenacen la visión.

Sin embargo, los testimonios de los afectados y los datos recopilados por asociaciones independientes pintan un panorama mucho más preocupante.

Un estudio de la agencia estadounidense de los productos sanitarios, FDA, el Instituto Nacional del Ojo y el Departamento de Defensa de EE.UU. encontró que, aunque menos del 1% de los pacientes reportó “malas experiencias”, un 46% de quienes no presentaron problemas inmediatos tras la cirugía sí experimentaron síntomas molestos tres meses después.

Estos eran: Sequedad ocular, visión borrosa y halos. Además, el 28% de quienes no tenían ojos secos antes de la operación desarrollaron este problema tras el procedimiento.

Lasikcomplications.com, un sitio crítico con la cirugía, recoge decenas de testimonios de pacientes que terminaron suicidándose a causa del dolor físico y los graves problemas visuales que sufrieron tras el LASIK.

Según la asociación estadounidense de pacientes, al menos 35 personas se han quitado la vida por las secuelas de la cirugía láser, aunque sospechan que la cifra real es mucho mayor, ya que muchos casos no se registran oficialmente como relacionados con el procedimiento.

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El dolor crónico y la desesperación

El relato de los afectados es demoledor. El dolor crónico, la fotofobia (sensibilidad extrema a la luz), la visión doble, las imágenes fantasma y la sequedad ocular severa son algunos de los síntomas que pueden aparecer tras una cirugía que, en teoría, es “segura y eficaz”.

Estos problemas no solo afectan a la calidad de vida, sino que pueden generar un sufrimiento físico y psicológico insoportable.

Muchos pacientes relatan cómo, tras la cirugía, dejaron de poder trabajar, conducir o realizar actividades cotidianas.

El sentimiento de culpa y arrepentimiento por haberse sometido a una intervención electiva, sumado al abandono por parte del sistema médico, agrava el cuadro depresivo y puede desembocar en ideas suicidas.

Ante estos casos, la respuesta de la industria del LASIK suele ser la misma: El suicidio es un fenómeno complejo que no puede atribuirse a una sola causa y todos los pacientes firman un consentimiento informado donde se explican los riesgos.

“No hay evidencia clínica que relacione el suicidio con la cirugía ocular LASIK”, declaró la empresa LASIKPlus tras la muerte de Ryan Kingerski. Insisten en que los riesgos, beneficios y alternativas están claramente detallados en el consentimiento preoperatorio.

Sin embargo, los afectados y sus familias denuncian que la información proporcionada es insuficiente, sesgada y, en muchos casos, minimiza los riesgos reales. “La gente piensa (como yo lo hice) que porque la cirugía Lasik ha existido por mucho tiempo ya ha sido perfeccionada y es segura. No es cierto”, advertía Gloria McConnell en una carta dirigida a la FDA. 

Los testimonios coinciden en que, si hubieran conocido la verdadera frecuencia y gravedad de las complicaciones, JAMÁS habrían aceptado someterse a la operación.

La banalización del riesgo

La cirugía refractiva es uno de los negocios más lucrativos de la medicina privada. Se promociona como un procedimiento rápido, indoloro y casi sin riesgos, ideal para personas activas que desean prescindir de gafas y lentillas.

La presión comercial es enorme y la información sobre los posibles efectos secundarios suele quedar relegada a la letra pequeña del consentimiento informado.

Muchos pacientes, como Ryan Kingerski, esperan volver a la normalidad en pocos días y retomar su vida habitual. La realidad, en demasiados casos, es un calvario de dolor, visitas a especialistas y una búsqueda desesperada de soluciones que rara vez llegan.

El sistema médico, muchas veces, se limita a negar la relación entre los síntomas y la cirugía, culpando al paciente o atribuyendo los problemas a causas psicológicas o preexistentes.

Uno de los aspectos más dolorosos de esta tragedia es el estigma que rodea al suicidio. La industria y parte de la opinión pública tienden a reducir estos casos a un problema de salud mental preexistente, desvinculando el sufrimiento de las secuelas físicas de la cirugía.

“Esto no fue salud mental. No tenía nada que ver con la salud mental, así que son libres de juzgar y decir lo que quieran. Sé que mi hijo antes de la cirugía y después de la cirugía eran dos personas completamente diferentes”, afirma el padre de Ryan Kingerski

“Esto no fue salud mental. No tenía nada que ver con la salud mental, así que son libres de juzgar y decir lo que quieran. Sé que mi hijo antes de la cirugía y después de la cirugía eran dos personas completamente diferentes”, afirma el padre de Ryan Kingerski

Este discurso, además de injusto, perpetúa el silencio y la invisibilidad de las víctimas. Los afectados se sienten incomprendidos, culpabilizados y abandonados por el sistema, lo que agrava su aislamiento y desesperación.

Las asociaciones de pacientes reclaman una mayor transparencia, un control más estricto de la información y un seguimiento real de las complicaciones a largo plazo.

¿Qué se puede hacer?

Frente a esta realidad, es urgente que las autoridades sanitarias y la comunidad médica asuman su responsabilidad. Es fundamental que las personas candidatas a la cirugía LASIK reciban una información veraz, completa y comprensible sobre los riesgos reales, incluidas las posibles secuelas físicas y su impacto psicológico.

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El consentimiento informado debe dejar de ser un mero trámite y convertirse en una herramienta de protección para el paciente.

Además, es imprescindible establecer protocolos de seguimiento a largo plazo y ofrecer apoyo psicológico y médico a quienes desarrollan complicaciones. El dolor crónico y el sufrimiento psicológico no pueden seguir siendo ignorados ni tratados como problemas menores o ajenos al procedimiento.

Por último, es necesario romper el silencio y el estigma que rodea a estos casos. El suicidio no es una “culpa” del paciente, sino la consecuencia extrema de un sufrimiento insoportable y, muchas veces, evitable.

La sociedad, las autoridades y los profesionales de la salud tienen la obligación ética de escuchar, comprender y proteger a quienes, buscando una vida mejor, terminan atrapados en una pesadilla de dolor y desesperación.

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