El diccionario define hipocresía como «fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan«. No he podido evitar relacionar la hipocresía con la noticia de que Interpol ha anunciado un acuerdo con 29 de las empresas farmacéuticas más grandes del mundo con el objetivo de combatir la «lacra» de los medicamentos falsos, que según la organización pone en peligro la salud de millones de personas.
El programa aspira a concienciar sobre los peligros de esos medicamentos, especialmente entre aquellas personas que compran medicinas a través de Internet. En mi libro
La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo dediqué un capítulo a explicar cómo una parte de la
industria farmacéutica –
Big Pharma– utiliza el marketing del miedo (
meterle miedo a la población de manera organizada) para intentar acabar con el mercado negro de sus drogas legales.
«Los fármacos falsificados pueden constituir la diferencia entre la vida y la muerte de un paciente», opina Christopher Viehbacher, director ejecutivo de Sanofi, una de las farmacéuticas que han suscrito este acuerdo. Roche, Novartis, Bayer AG o Johnson&Johnson son otras de las firmas que se han unido a la iniciativa.
Es hipócrita todo esto porque esos laboratorios también venden productos que pueden suponer un riesgo para la salud de las personas. De manera legal, pero en ocasiones, como os voy a comentar abajo, han generado problemas de salud pública. Lo que les importa a los directivos de esas compañías no es el daño que han provocado y provocan con ciertos medicamentos y productos sanitarios sino que no les usurpen una parte del negocio.

Está muy bien que las diferentes policías del mundo se ocupen de los fármacos falsificados pero al tiempo
también podían ocuparse de los originales y de quienes los comercializan; toda una cadena de responsabilidades que exigir. Desde
Bufete RAM (Reacciones Adversas a los Medicamentos) podemos ayudarles con información, afectados, documentación, indicios, pruebas. Quedamos a su disposición.
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Nuestros legisladores encomiendan la dedicación de nuestras policias, que pagamos entre todos, a misiones muy ajenas a lo que el sentido común entiende por delito, distrayendolas de la persecución del delito económico, de las mafias o del delito común. La información de M. Jara es un claro ejemplo, pero hay otros, como la persecución de la pirateria en la propiedad intelectual, el dopaje en el deporte o las las drogas ilegales. Está claro, que el Bien y el Mal los define hoy día el legislador obedeciendo intereses muy poco claros y democráticos. Mientras tanto, nuestros esforzados policías, encantados de tener nuevas competencias que les endosen protagonismo público.
Heroina (Bayer, 1898), Elixir de Sulfanilamida (S. E. Massengill Company, 1937), Talidomida (Chemie Grunenthal, 1954), Vioxx (Merck & Co, 2004) son todos fármacos auténticos y legales que han dejado un triste recuerdo tras de sí. (Hay bastantes casos más, pero estos son -seguramente- los más sonados)-
¿Existe algún estudio que compare los daños causados por las imitaciones o falsificaciones y los daños causados por los auténticos y legales?