El autómata profesional

Me ha ocurrido esta mañana en una oficina de correos. He enviado unos libros a un periodista interesado en ellos. El operario, pese a que aparentaba la cincuentena, parecía que era la primera vez que hacía ese encargo. «Hoy estoy espeso», no paraba de justificarse. Mientras, necesitaba casi un cuarto de hora para realizar una operación que suele durar tres minutos.

Yo reflexionaba en silencio mientras le observaba para no entorpecer más. Al llegar a mi despacho he encontrado en un correo que también invitaba a la reflexión las palabras que lo explican y que Laurence J. Peter escribió en su libro El principio de Peter: automatismo profesional.

«Para el automatismo profesional, está claro que los medios son más importantes que los fines; el papeleo es más importante que la finalidad para la que originalmente fue previsto. Ya no se ve a instrumento al servicio del público: ¡ve al público como la materia prima que sirve para mantenerle a él, a los impresos, a las fórmulas y a la jerarquía!

El autómata profesional, desde el punto de vista de sus clientes, o víctimas, parece incompetente. Por ello, sin duda usted se estará preguntando: ‘¿Cómo consiguen el ascenso tantos autómatas profesionales? ¿Y se halla el autómata profesional fuera del radio de acción del Principio de Peter?'».

Pero ¿quién define la competencia?

«La competencia de un empleado es determinada no por los extraños, sino por su superior en la jerarquía. Si el superior se encuentra todavía en un nivel de competencia, puede valorar a sus subordinados en atención a la realización de trabajo útil; por ejemplo, el suministro de servicios médicos o de información, la producción de salchichas o patas de mesa, o el logro de los objetivos declarados de la jerarquía. Es decir, valora el resultado.

Pero si el superior ha alcanzado su nivel de incompetencia, probablemente evaluará a sus subordinados con arreglo a valores institucionales: Considerará la competencia como el comportamiento que secunda las reglas, rituales y formas del statu quo. La diligencia, la pulcritud, la cortesía con los superiores, el papeleo interno, serán tenidos en gran estima. En resumen, un funcionario de este tipo valora el trámite«.

La obediencia aunque sea a normas inútiles es más valorada que el servicio eficiente. El autómata profesional, explica el autor, es un “inverso de Peter”. Ha invertido la relación medios-fines.

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2 comentarios

  1. Igual es q no deberiamos trabajar hasta los 50 años y menos 40 horas semanales o mas.
    igual podriamos trabajar 20 horas a la semana, en trabajos dignos y bien remunerados.

    ya no somos personas, somos maquinas, máquinas al servicio del capital.

    Y por cierto, yo trabajo en Correos y cada dia tenemos mas presión para que la empresa gane dinero y asi privatizarla y regalarla a algun amiguete, y el personal esta muy nervioso porque no quiere seguir las directrices del capital que van en contra de la ciudadania.

    Vamos por objetivos y la ultima amenaza es q la ultima oficina del sector en beneficios al año despediran al director si es laboral y a los contratados y si el director es funcionario lo recolocaran en algun rincon oscuro.

    Muchos empleados publicos pensamos que para conseguir estos objetivos hay q engañar a la ciudadania y muchos no estamos dispuestos.

    Si no cumples represalias…

    Que os parece?
    la administracion al servicio del capital y no de la ciudadania.

    Y por cierto, no ayuda un publico tenso con problemas economicos q nos esta juzgando todo el tiempo.

    Y por cierto, si no hubiera tanto ladron en este pais y tanto empresario sin escrupulos no necesitariamos vender productos del servicio postal universal el triple de caros q en Alemania.
    desde que ha entrado el nuevo gobierno tenemos 6 directores generales nuevos mas los que ya teniamos. UNA VERGUENZA!!

  2. Totalmente de acuerdo contigo. Hace una decena de años, se fue implantando el «sistema de calidad» en las administraciones públicas, para evitar precisamente eso, pero como todo se mueve por intereses, política y poder, al final lo que era una muy buena idea, ha llegado a ser un suplicio para los que trabajamos en estas instituciones. No solo nos hace perder tiempo con reuniones banales, sino que además no sirve para nada… bueno sí, para que empresas como Aenor gane dinero y los políticos se pongan medallitas, mostrando muy orgullosos su «Q» de calidad o sus certificados enmarcados en la mejor pared del despacho… un asco!

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