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La suciedad puede fortalecer el sistema inmunológico infantil

En un mundo cada vez más obsesionado con la limpieza y la higiene, donde los productos desinfectantes, las superficies esterilizadas y las rutinas sanitarias son moneda corriente, parece que nos hemos olvidado de algo fundamental: La relación entre la suciedad y la salud.

La idea de que unos pequeños empolvados, cubiertos de «roña», con manchas de tierra en las rodillas y una sonrisa llena de suciedad, puedan tener un sistema inmunológico más fuerte y menos propenso a alergias o asma, puede sonar contraintuitivo para muchos.

Sin embargo, la ciencia empieza a respaldar esta noción con datos sólidos y teorías emergentes que desafían nuestras convenciones.

La inmunidad en la infancia

El sistema inmunológico, esa red de células y mecanismos que nos protege de invasores externos, no surge instantáneamente ni se fortalece solamente con vacunas y cuidados extremos. De hecho, uno de los aspectos más fascinantes de la inmunología infantil radica en su capacidad de aprender y adaptarse mediante la exposición.

Cuando un bebé nace, su sistema inmunológico es como el propio organismo humano que necesita aprender a distinguir lo que es peligroso de lo que no lo es.

Desde sus primeros meses, la exposición controlada a diferentes microorganismos y al entorno en general permite a esa pequeña máquina de defensa familiarizarse con un ecosistema del que forma parte.

Cada contacto con la suciedad, cada mancha en la camiseta, cada mancha de tierra, contribuye a la maduración de ese sistema. Es decir, la suciedad en sí misma no es un enemigo, sino un aliado potencial en la construcción de un sistema inmunológico fuerte y equilibrado.

La hipótesis de la higiene: ¿una exagerada obsesión con la limpieza?

Durante décadas, la implementación del concepto de la “hipergestión higiénica” ha sido incentivada por la industria de la limpieza y la salud pública, que promueve entornos extremadamente desinfectados como la norma para prevenir enfermedades.

Sin embargo, algunos científicos y expertos en salud empiezan a cuestionar el impacto de esta obsesión por eliminar cualquier microorganismo con la intención de proteger a los niños.

La hipótesis de la higiene, formulada en los años 80, plantea que la exposición temprana a ciertos microorganismos podría ser clave para prevenir enfermedades autoinmunes y alergias.

Los niños criados en ambientes excesivamente limpios, sin contacto con microorganismos diversos, estarían en mayor riesgo de desarrollar asma, eczema, rinitis y otras condiciones relacionadas con las alergias.

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Estudios recientes muestran claramente una correlación: cuanto más higiene extrema, mayor tendencia a la aparición de estas patologías.

Un trabajo publicado en la revista Nature en 2023 revela que la exposición a bacterias benignas y hongos en la infancia puede modular positivamente la respuesta inmunitaria. Los niños que crecen en entornos rurales, con contacto frecuente con tierra, animales y polvo, parece que tienen un menor riesgo de desarrollar asma y alergias en comparación con sus pares que se criaron en ambientes ultra limpios y sin contacto con microbios.

Particularmente interesante es el papel de los microorganismos que habitan en la piel, en la caspa y en el polvo doméstico. Estos, lejos de ser simples contaminantes, parecen funcionar como un «entrenamiento» para el sistema inmunológico, ayudándole a distinguir entre lo que es peligroso y lo que no lo es.

La teoría conocida como «la hipótesis de la higiene» sostiene que la carencia de exposición a estos microbios en las primeras etapas de la vida puede provocar una respuesta inmunitaria desregulada, centrada en atacar lo que considera invasores peligrosos, aunque en realidad son elementos inocuos o incluso beneficiosos.

Caspa, polvo y suciedad: aliados inadvertidos

Muchos padres y cuidadores pueden sorprenderse al escuchar que pequeñas manchas de polvo, restos de caspa, tierra en las rodillas o incluso las bacterias que habitan en la suciedad pueden tener un efecto positivo en la salud infantil.

La clave, por supuesto, está en la moderación y en la exposición controlada. No se trata de que los niños vivan en un ambiente insalubre o sin atención, sino de que puedan interactuar con su entorno sin un miedo irracional a la suciedad.

El Dr. Graham Rook, inmunólogo de la University College London, ha defendido esta perspectiva en múltiples publicaciones. Según Rook, las bacterias de la suciedad pueden ayudar a fortalecer las barreras inmunitarias de los niños, reducir la probabilidad de que desarrollen respuestas inmunes exageradas y, en última instancia, disminuir las tasas de alergias y asma.

Este enfoque paradójico desafía la lógica convencional que nos lleva a limpiar demasiado. Esterilizar en exceso, acabaría siendo contraproducente. La idea no es promover la suciedad sin control, sino entender que un poco de desorden y exposición puede ser beneficioso.

La clave está en encontrar el equilibrio: permitir que los niños tengan contacto con entornos que no sean tan pulcros, excesivamente limpios, y que puedan interactuar con la naturaleza, la tierra y elementos cotidianos que contienen microorganismos útiles para su desarrollo inmunológico.

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Este cambio de paradigma también tiene implicaciones en las políticas públicas y en las prácticas cotidianas en el hogar y en las guarderías o escuelas. Muchas instituciones están reconsiderando los programas de limpieza y fomentando en cambio la naturaleza y el contacto con diferentes ambientes microbianos.

Por ejemplo, el método hygiene hypothesis o hipótesis de la higiene recomienda no eliminar completamente toda suciedad ni evitar que los niños jueguen en el barro, en la tierra o en parques rurales.

De hecho, algunos padres están optando por prácticas como permitir que sus hijos disfruten de la naturaleza sin preocuparse demasiado por el polvo o la tierra, entendiendo que ese contacto fomenta su sistema inmunológico. Igualmente, en varias investigaciones se ha sugerido que la exposición a mascotas, como perros y gatos, en los primeros años de vida también puede ayudar a reducir la prevalencia de alergias y asma.

En suma, la ciencia moderna nos invita a volver a repensar nuestras prácticas higiénicas, la crianza y la percepción de la suciedad. Lejos de ser un enemigo a temer, la suciedad puede ser una herramienta poderosa para fortalecer el sistema inmunológico infantil, reducir riesgos de alergias y asma, y promover un desarrollo integral más saludable.

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2 comentarios

  1. Sr. Jara, el concepto que usted tiene sobre la inmunidad es completamente equivocado. La suciedad en sí no es perjudicial; lo verdaderamente dañino es el ambiente interno del huésped, que puede permitir que esa suciedad se transforme en un patógeno.

    Usted menciona que los niños se enferman porque tienen el sistema inmunológico debilitado, pero ¿qué ocurre entonces con los adultos mayores que padecen las mismas enfermedades? Lo que sucede con los niños que juegan en el barro es que no acumulan energía, sino que la están renovando constantemente. Esto evita que se desarrollen infecciones, inflamaciones o dolor. Saludos

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