Resonancias magnéticas con gadolinio: un riesgo silenciado que se acumula en el cuerpo
Las resonancias magnéticas (RM) con gadolinio se han convertido en una herramienta diagnóstica omnipresente en los hospitales de todo el mundo. Este agente de contraste, un metal pesado inyectado para mejorar la visibilidad de las imágenes, se utiliza de forma rutinaria, casi como si fuera agua, en miles de procedimientos diarios.
Sin embargo, lo que no se cuenta con suficiente claridad es que el gadolinio no es un compuesto inofensivo que se elimina fácilmente del cuerpo, como se pensó durante décadas.
Estudios científicos recientes han demostrado que este metal se acumula en tejidos como el cerebro, los huesos y la piel, incluso en pacientes con función renal normal, y puede estar relacionado con el desarrollo o empeoramiento de enfermedades neurológicas (ahí tenéis todos los fármacos con esta sustancia que se usan en España).
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha emitido advertencias claras: El gadolinio debe reservarse para casos estrictamente necesarios, especialmente en poblaciones vulnerables. Pero en la práctica, su uso indiscriminado en hospitales está generando una preocupación creciente. ¿Estamos ante un problema de salud pública que se está ignorando?

El gadolinio: Un aliado diagnóstico con un lado oscuro
El gadolinio es un elemento químico de las denominadas tierras raras (tan en boga porque Trump negocia con Ucrania su explotación en dicho país) que, debido a sus propiedades paramagnéticas, se utiliza como medio de contraste en resonancias magnéticas para mejorar la visualización de estructuras anatómicas, como tumores, lesiones vasculares o inflamaciones.
Al inyectarse por vía intravenosa, altera las propiedades magnéticas de las moléculas de agua cercanas, destacando tejidos específicos en las imágenes. Históricamente, se asumía que los agentes de contraste basados en gadolinio (MCBG) se excretaban casi por completo a través de los riñones en cuestión de horas o días.
Sin embargo, investigaciones recientes han desmontado este mito, revelando que pequeñas cantidades de gadolinio pueden permanecer en el cuerpo durante meses o incluso años, acumulándose en órganos vitales como el cerebro.
La acumulación de gadolinio no es una hipótesis especulativa. Estudios publicados desde 2014, como el de McDonald et al. (2015), han confirmado la presencia de depósitos de gadolinio en el cerebro de pacientes sometidos a múltiples resonancias magnéticas, incluso en aquellos sin disfunción renal.
Estas investigaciones han utilizado técnicas como la espectroscopia de masas para detectar niveles significativos de gadolinio en regiones cerebrales como el núcleo dentado y el globo pálido.
Además, se ha observado que los MCBG de estructura lineal, como la gadodiamida (Omniscan) o el ácido gadopentético, tienden a liberar más gadolinio libre que los macrocíclicos, como el gadoteridol, lo que resulta en una mayor acumulación cerebral.
Riesgos neurológicos y efectos adversos
Aunque la FDA y otras agencias reguladoras, como la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), han señalado que no hay evidencia concluyente de que los depósitos de gadolinio en el cerebro causen daño neurológico directo, esta afirmación debe tomarse con cautela.
La ausencia de pruebas definitivas no equivale a la ausencia de riesgo, especialmente cuando los datos sobre los efectos a largo plazo son limitados.
Un estudio de la Clínica Mayo presentado en 2017 en la Sociedad Radiológica de América del Norte analizó a más de 4.000 pacientes y no encontró una relación directa entre la exposición al gadolinio y el deterioro cognitivo.
Sin embargo, este estudio se centró en un seguimiento de 15 meses, un período demasiado corto para evaluar efectos crónicos en el sistema nervioso central.

Por otro lado, hay informes de pacientes que, tras someterse a resonancias con gadolinio, han experimentado síntomas como dolor crónico, confusión mental, fatiga, debilidad muscular y problemas cutáneos, lo que se ha denominado informalmente como “enfermedad por depósito de gadolinio”.
Aunque la FDA no ha reconocido esta condición como una entidad clínica oficial, los reportes al sistema MedWatch de eventos adversos sugieren que estos síntomas podrían estar relacionados con la retención de gadolinio.
Además, un estudio en ratas realizado por un fabricante de MCBG mostró una mayor acumulación de gadolinio con agentes lineales, aunque no se observaron cambios histopatológicos inmediatos. Esto plantea la pregunta: ¿Qué sucede a largo plazo?
El único efecto adverso reconocido oficialmente hasta la fecha es la fibrosis sistémica nefrogénica (FSN), una enfermedad rara pero grave que afecta a pacientes con insuficiencia renal severa.
La FSN provoca engrosamiento de la piel, dolor intenso y limitación de la movilidad, y está directamente relacionada con la exposición al gadolinio en personas con tasas de filtración glomerular inferiores a 30 ml/min/1,73 m².
Sin embargo, la FSN es solo la punta del iceberg. La acumulación de gadolinio en el cerebro y otros tejidos en pacientes con función renal normal sugiere que los riesgos podrían ser más amplios, especialmente en personas sometidas a múltiples resonancias a lo largo de su vida.
La postura de las autoridades sanitarias: precaución insuficiente
La FDA ha sido clara en sus comunicaciones: Los MCBG deben usarse solo cuando la información adicional que proporcionan es clínicamente necesaria, y los profesionales sanitarios deben evaluar cuidadosamente la necesidad de resonancias repetidas con contraste.
En 2017, la agencia introdujo una nueva clase de advertencias en las etiquetas de los MCBG, alertando sobre la retención de gadolinio en el cuerpo, incluido el cerebro, durante meses o años. También recomendó precaución en poblaciones vulnerables, como mujeres embarazadas, niños y pacientes con enfermedades crónicas, y sugirió considerar alternativas como resonancias magnéticas sin contraste cuando sea posible.
Por su parte, la EMA ha adoptado una postura más estricta. El Comité para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia (PRAC) recomendó la suspensión de la comercialización de cuatro agentes de contraste (ácido gadobénico, gadodiamida, ácido gadopentético y gadoversetamida) debido a su mayor tendencia a liberar gadolinio libre y acumularse en el cerebro.

En España, siguiendo estas directrices, se prohibió la comercialización del citado Omniscan por su alto riesgo de depósito cerebral.
Sin embargo, estas medidas no han sido uniformes a nivel global, y en muchos países, incluidos algunos con sistemas sanitarios avanzados, los agentes de contraste siguen utilizándose.
Uso indiscriminado en hospitales
A pesar de las advertencias de las agencias de medicamentos, el uso de gadolinio en los hospitales sigue siendo excesivo. En muchos centros, las resonancias con contraste se realizan de forma rutinaria, incluso en casos donde una resonancia sin contraste podría ser suficiente.
Un estudio descriptivo realizado en el Hospital General Docente “Dr. Juan Bruno Zayas Alfonso” en Santiago de Cuba (2010-2011) mostró que el gadolinio se utilizó frecuentemente para diagnosticar tumores cerebrales e hipofisarios, con un 85,7% de confirmación diagnóstica tras su administración.
Si bien esto subraya su utilidad, también pone de manifiesto su uso generalizado sin una evaluación exhaustiva de los riesgos frente a los beneficios (además, si se padece un cáncer cerebral no creo que sea lo mejor emporar la situación intoxicándolo más).
La presión por obtener diagnósticos rápidos, la falta de formación sobre los riesgos del gadolinio y la ausencia de protocolos estrictos contribuyen a esta práctica.
En muchos casos, los pacientes no son informados adecuadamente sobre los riesgos de la acumulación de gadolinio ni se les ofrece la opción de una resonancia sin contraste. Esta falta de transparencia es especialmente grave en pacientes que requieren resonancias repetidas, como aquellos con cáncer, esclerosis múltiple o enfermedades inflamatorias crónicas, quienes acumulan dosis significativas de gadolinio a lo largo del tiempo.
Impacto ambiental y demandas legales
El uso masivo de gadolinio no solo afecta a los pacientes, sino también al medio ambiente. Cada año, se realizan aproximadamente 70 millones de resonancias magnéticas en todo el mundo, lo que equivale a una cantidad similar de dosis de gadolinio excretadas a través de la orina y liberadas al medio ambiente.
Estudios como el de Ricardo Prego, del CSIC (enlazado arriba), han alertado sobre los posibles efectos del gadolinio en ecosistemas acuáticos, donde puede acumularse en algas y plancton, afectando la cadena alimentaria.
Además, el debate sobre la toxicidad del gadolinio ha llegado a los tribunales. En Estados Unidos, casos como el del actor Chuck Norris, quien demandó a fabricantes de MCBG por el supuesto “envenenamiento” de su esposa tras una resonancia, han puesto el foco en los riesgos de este metal.
Aunque las farmacéuticas niegan una relación directa entre el gadolinio y los efectos adversos reportados, estas demandas reflejan una creciente preocupación pública y podrían ser el preludio de una batalla legal más amplia.
La salud no debe ser un experimento, merecemos saber qué se introduce en nuestros cuerpos.