Implantes de malla vaginal: 140 mujeres inglesas son indemnizadas por sus graves daños
Informa el diario británico The Guardian que 140 mujeres han llegado a un acuerdo no revelado con los fabricantes Johnson & Johnson, Bard y Boston Scientific, para ser indemnizadas por los terribles daños que provocan las mallas vaginales. Estas se usan para «tratar» la incontinencia urinaria (por lo general, tras el parto), pero estas mujeres (y en tantas otras de todo el mundo) han padecido dolor crónico, perforaciones de la vejiga y los intestinos, sangrado y erosión de la malla a través de la pared vaginal.
Muchas de las mujeres, que ahora serán compensadas por los daños sufridos, se sometieron a cirugías de revisión posteriores para retirar la malla y algunas continúan luchando contra el dolor y otros problemas.
Mallas vaginales: Secuelas incluso retiradas
Lo que cobrarán las mujeres afectadas no se sabrá, ni ahora ni nunca, pues este tipo de acuerdos extrajudiciales conllevan cláusulas de confidencialidad muy estrictas. Pero las indemnizaciones serán millonarias, seguro.
Cuenta The Guardian que los fabricantes de mallas vaginales ya han alcanzado acuerdos cuantiosos en Estados Unidos, Australia y Escocia, y ha habido demandas por negligencia médica exitosas contra el NHS (el servicio sanitario público del Reino Unido). Una mujer dañada fue compensada con al menos un millón de libras.
Es una gran noticia, la es la primera acción colectiva exitosa por responsabilidad del producto en Inglaterra. De manera paradójica, las empresas que ahora tendrán que pagar por el sufrimiento que han causado, compensarán, pero sin reconocer su responsabilidad…
Y el asunto viene de lejos en el tiempo, como llevamos publicando años. En 2017 se produjo el escándalo sanitario: Más de 800 mujeres demandaron al servicio británico de salud pública (NHS) y a los fabricantes de estos implantes transvaginales por los daños, graves y de por vida, que les causaron los dispositivos.
Como comentábamos arriba, en Estados Unidos las condenas fueron millonarias, de hasta 57 millones de dólares. En Australia se produjo una sentencia judicial que benefició a más de 1.350 mujeres.
Desde entonces, poco se ha hablado sobre este tema. Pero el problema sigue existiendo. Hay mujeres que claman desde las redes sociales por su derecho a la salud. Cuentan que incluso una vez retiradas las mallas les han quedado graves secuelas.
Historia de terror de las mallas vaginales
Desde que empezaron a ponerse a mediados de los años 90 del siglo pasado, los implantes de malla vaginal no han parado de dar problemas. Estas prótesis se utilizan para tratar en las mujeres la incontinencia urinaria y la “caída” de órganos pélvicos tras el parto.
Su introducción en el mercado se hizo de manera forzada, con muy pocas pruebas de su eficacia y seguridad y por ello están cada vez más cuestionadas.
Cuando se introdujo en 1998 como un nuevo tratamiento quirúrgico para la incontinencia urinaria, el cabestrillo de malla de polipropileno fue aclamado como un remedio fácil y rápido para las mujeres y fue adoptado con entusiasmo por los cirujanos. Veinte años más tarde, en medio de las afirmaciones de que ha dejado a miles de mujeres en todo el mundo dañadas y de manera irreversible, las mallas vaginales se encuentran en el centro de una tormenta de protestas.
Existen decenas de miles de reclamaciones de indemnización por todo el mundo, la profesión médica ha quedado dividida entre partidarios y detractores y se han expuesto importantes fallos en la normativa que regula los dispositivos sanitarios.
Desde los años 50 del pasado siglo se utilizan mallas quirúrgicas para reparar hernias abdominales. En los 70 y 80, las empezaron a emplear los ginecólogos y urólogos para tratar quirúrgicamente los problemas uterinos y las incontinencias urinarias. Fue en los 90 cuando como explicamos, se autorizaron las primeras mallas transvaginales específicas para ello.
Las primeras mallas hubo que retirarlas del mercado por sus daños, pero se introdujeron nuevos y múltiples modelos, a veces sin ningún ensayo clínico que justificara su eficacia y seguridad, casi sin control o con estudios a muy corto plazo.
En 2011, la FDA estadounidense emitió un aviso sobre los efectos adversos de las mallas:
extrusión, protusión, dolor en el coito, infección, sangrado, alteración de la micción, perforación de órganos, inflamación crónica, etc, requiriendo su uso racional restringido a urólogos y ginecólogos e información exhaustiva a las usuarias«.