Covid-19: balance de una pesadilla autoritaria y de una gestión fracasada
He tenido acceso a un artículo que el periódico El Salto -que aprecio, he colaborado en él- ha decidido eliminar después de haberlo publicado. Se titula Covid-19, año uno: balance de una pesadilla autoritaria y de una gestión fracasada. Como me ha parecido extraño ese gesto lo he leído completo y me he quedado más extrañado si cabe de que no se divulgase. Os lo resumo.
Es un texto largo, muy bien escrito y bien documentado que firman el médico Joserra Loayssa, el historiador Ariel Petrucceli y la doctora en derecho Penal Paz Francés Lecumberri. El artículo ahora está publicado por El Vórtice radio.
El post, más allá de que pueda no estar de acuerdo en todo, es crítico con la política sanitaria que está gestionando la pandemia pero ni cae en teorías conspirativas ni ríe las gracias al establisment político y comercial (léase farmacéuticas y compañías del ámbito sanitario que están haciendo el agosto).
Los tres citados son autores, por cierto, del libro Covid 19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo (Ediciones El Salmón, 2021).
Creo que es conveniente difundir este tipo de contenidos, sobre todo porque ofrecen una visión racional de los acontecimientos, al margen, ya escribo, de que podamos discrepar en algunos aspectos de sus análisis.
En cualquier caso son contenidos buenos que contrarrestan las narrativas tanto oficiales como negacionistas.
¿Cuales son las principales ideas que exponen en su artículo esos tres profesionales?:
-Siendo un virus el actual corona que «odia» el aire libre, las políticas mayormente adoptadas por los gobiernos proceden a incentivar la vida en espacios cerrados, con contactos prolongados o cuando son cortos en habitaciones y estancias en las que es posible que el virus se encuentre «flotando» en cantidades considerables, y donde existe la posibilidad de su aspiración.
-La especial contagiosidad y virulencia del SARS-COV2 en espacios cerrados se puso de manifiesto con la terrible mortandad en las residencias de ancianos. Aunque hay otras causas de la elevada letalidad en esas instituciones, el hecho de estar encerrados —incluso antes de que se decretaran las medidas excepcionales en el mundo— creemos que contribuye a explicar la brutal diferencia de la mortalidad entre las personas ancianas institucionalizadas —se contagiaron más y con mayores cargas virales— y las que no lo estaban.
-A diferencia de la gripe, el espectro de morbilidad parece estar más polarizado entre los extremos asintomáticos y leves, por un lado, y un porcentaje bajo pero impactante de cuadros dramáticos, por el otro. Pero es esta minoría de cuadros graves, antes que la mayoría de cuadros leves, los que son aireados masivamente por los medios de comunicación.
Por mera lógica y sentido común, que se mal aplica para defender el talibanismo sanitarista, lo razonable sería que la estrategia tomara en consideración esta diferencia de riesgo y no actuara como si estuviéramos ante una enfermedad cuyas consecuencias se distribuyen uniformemente en todos los espectros de la población.
-Esta actitud no selectiva se repite con una vacunación universal que incluye a personas de riesgo bajo con preparados con efectos secundarios no desdeñables y grandes incógnitas sobre sus efectos a medio y largo plazo.
Se ha adoptado esta estrategia indiscriminada sin dar ni siquiera la posibilidad de plantear una discusión científica seria con quienes discrepan de la estrategia adoptada —una verdadera legión—, y defendieron estrategias de protección selectiva.
-Cualquier estudio comparativo con epidemias pasadas y/o con otros problemas sanitarios presentes deja al covid-19 en el lugar de un problema sanitario de rango considerable, aunque no dramático; pero lo cierto es que la percepción pública lo ha erigido en el problema sanitario, la amenaza más grande que la humanidad enfrentara en décadas.
Y aunque esta representación carece de sustento —la polución ambiental, el tabaco, el cáncer y la desnutrición, por citar algunas, han causado muchas más muertes en 2020 que la covid-19—, lo cierto es que basta encender el televisor para creerse que nada es más amenazador que el virus del espanto.
-El virus impactó rápidamente en países y clases sociales con mucha capacidad para establecer agenda política. Si mundialmente percibimos al covid-19 como el gran problema sanitario, ello no se debe a que sea un problema mayor que otros. Se debe a que es un problema para estados, clases y grupos sociales con capacidad para convertir sus problemas en los problemas, sus demandas en las primeras en ser atendidas, sus miedos en los miedos generales.
A esto podríamos añadir que los sectores más dinámicos y con vocación de hegemonía de los grandes poderes económicos han visto en la Pandemia una “oportunidad” para favorecer sus intereses. Las empresas tecnológicas y las corporaciones farmacéuticas en primer lugar.
-A nivel mundial no ha habido ningún aumento de la mortalidad claramente apreciable.
Aunque no hay aún cifras consolidadas, todo indica que se ha mantenido en cifras parecidas de decesos por mil habitantes que en años anteriores.
En cualquier caso, el exceso de mortalidad global ha sido entre nulo y bajo: situaciones ambas que no justifican la sensación apocalíptica que imperó en 2020.
-En junio de 2020, el boletín de la OMS publicó un artículo firmado por el profesor de la Universidad de Standford, John Ioannidis, en el que concluía tras el análisis de 61 estudios de seroprevalencia frente al SARS-Cov-2 que la letalidad entre los infectados iba desde el 0,01% a 1,63%, con una media de 0,27%.
Para los menores de 70 años la tasa se situaba en el 0,05%. Posteriormente el profesor Ioannidis actualizó sus datos, al percatarse de que las estimaciones anteriores estaban basadas en países que habían sido especialmente golpeados por el covid-19 en los primeros meses, y calculó que el virus causa la muerte de entre el 0,15 y el 0,20% de los infectados y en los menores de 70 años de edad estimó una tasa de letalidad del 0,03-0,04%.
–Azuzar al miedo permanente facilita que no se medite sobre tres puntos claves: a) la relación estrecha entre nuestro sistema económico y los saltos zoonóticos; b) la tardía respuesta de muchos estados en términos de identificación y aislamiento de casos y de neutralización de focos de contagio como los propios servicios sanitarios; c) es absurdo pensar que el encierro protegió a esa población vulnerable (ancianos en residencias), que en conjunto todavía concentra casi el 50 % de los decesos, siendo menos del 1 % de la población total.
-Instalar en el debate público de la mayoría de los países cuestiones tan básicas como la necesidad de un único sistema de salud que ofrezca a todas las personas las mismas oportunidades, o la condena popular a la medicina comercializada, o la necesidad del estrecho control público sobre la producción de medicamentos, o la relación ente la agricultura y la ganadería industriales y los saltos zoonóticos, o lo imperioso que resulta asumir que las residencias de ancianos constituyen un modelo fallido para afrontar los problemas de la vejez, y una fuente de lucro capitalista particularmente obscena.
Como siempre aconsejamos la lectura detenida y entera del texto comentado.
Está evidente que se ha hecho una campaña de marketing mediático a lo bestia, para cubrir los intereses de quienes dominan la economía mundial y que han podido corroborar que tienen a una gran parte de la población amaestrada y cuentan con toda la fuerza mediática, política, sanitaria y burócrata para arrasar con lo que sea
Vamos, como siempre, y de la misma manera que vimos una guerra en el golfo televisada y en directo, ahora vemos una masacre conductiva en nuestras propias carnes en vivo, en directo y con todo el morro
Esperemos que poco a poco sea posible ver una reducción en el número de casos activos, pero está muy claro que no hay que quedarse en manos de los medios de comunicación…
Esperemos que no se confirme lo que se documenta en el sigüiente link.
http://www.omnia.com.mx/noticia/183271
Un mínimo de cordura nos hará ver en el tiempo el desfase entre la realidad y la propaganda.
Solo el simple hecho de no haber ni un debate en los medios entre médicos y/o científicos sobre otras formas de afrontarlo, arroja oscuridad sobre todo esto, por que haberlos los hay…
Saludos…