Los animales que nos comemos están “cargados” de fármacos antibióticos
Es una de las principales preocupaciones sanitarias en Europa, la creación de “superbacterias” por las resistencias a los antibióticos. Y la situación es preocupante porque si generamos esas resistencias cuando verdaderamente haga falta usar un medicamento antibiótico este no hará efecto con las terribles consecuencias que ello depara.
Uno de los principales errores que se cometen hoy con los antibióticos es el de suministrarlos de manera abusiva a los animales que luego nos comemos. Aunque los residuos de antibióticos no suelen estar presentes en la carne o la leche que consumimos (antes era habitual, ahora está más controlado y es poco frecuente, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), esta situación supone un grave problema de salud pública, ya que, a mayor uso de antibióticos, mayor probabilidad hay de desarrollar bacterias resistentes a estos fármacos.
Las bacterias resistentes de los animales pueden llegar a los humanos a través del contacto directo o la dispersión medioambiental en el aire o el agua, por lo que no solo la carne, sino también los alimentos vegetales pueden contenerlas. ¿Cómo? A partir del abono o del agua de riego contaminadas con las heces de (aquellos) animales.
Según la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), España es el país de la Unión Europea donde más antibióticos veterinarios se venden, la mayoría de ellos destinados a su uso en ganadería.
El problema es tal que hay una campaña europea puesta en marcha por el BEUC (Organización Europea de Consumidores) para exigir a los Ministerios de Sanidad y Agricultura un uso más responsable de los antibióticos en los animales destinados a la producción de alimentos y frenar la expansión de las bacterias resistentes.
Las asociaciones de consumidores piden:
-Que se cambie la normativa vigente para que solo se permita el uso de antibióticos en animales enfermos.
-Que se reserven para uso exclusivamente humano y nunca se utilicen en las granjas, los antibióticos que más resistencias estén generando.
-Que se refuercen los controles para supervisar el cumplimiento de la normativa.
-Que se mejoren las prácticas de higiene y cuidado de los animales en las granjas, con lo que se reduciría la necesidad de recurrir a los antibióticos.
La aparición de cepas resistentes es un fenómeno natural que ocurre cuando los microorganismos se reproducen de forma errónea o se intercambian características de resistencia, pero la utilización y el uso indebido de antimicrobianos también acelera su aparición.
El problema va más allá de lo sanitario. También es político pues en concreto la corrupción política aumenta la resistencia a los antibióticos. Debido a este problema mueren unas 700.000 personas en el mundo cada año (los fallecimientos por accidente de tráfico son 1.200.000).
La previsión es que en el año 2050 las muertes por bacterias resistentes lleguen a los 10 millones anuales, superando la mortalidad que produce el cáncer.
En el año 2015 unos investigadores australianos intentaron validar sus sospechas: no sólo es la sobreutilización de antibióticos sino la falta de políticas de control de las infecciones multi-resistentes en los hospitales, la falta de transparencia sobre las tasas de infecciones multiresistentes en cada hospital, la mala utilización de los antibióticos por parte de los profesionales -que se favorece cuando las instituciones ni rinden cuentas a la sociedad ni controlan factores asociados a la falta de calidad de la prescripción como la influencia de la industria farmacéutica y otros incentivos- o sistemas de control de la cadena alimentaria y las aguas que no funcionan.
Hay varios factores que hay que tener en cuenta:
-Se corrobora que la disminución de la utilización de antibióticos disminuye las resistencias a los mismos.
-Cuanta más sanidad privada más resistencia a antibióticos (los investigadores creen que esto es debido a que la asistencia privada tiene un menor control).
-Los países menos corruptos, donde las instituciones funcionan mejor, los controles son más rigurosos y la transparencia y la rendición de cuentas más determinantes, tienen menos resistencia a antibióticos.
Esto se debe a la menor supervisión y aplicación de las leyes en los países más corruptos, no sólo en la medicina humana sino también en la calidad y seguridad de la alimentación y el agua. La reducción de la resistencia a los fármacos antimicrobianos “requiere una combinación de políticas destinadas a limitar el uso de antibióticos en las personas y, quizás más importante aún, el desarrollo de mejores controles sobre la corrupción”, argumentan los responsables del citado análisis.
Los informes sobre el problema, como los de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el último data de 2014, alertan de un panorama muy preocupante pero no señalan a la corrupción política como han hecho esos investigadores.
Así que como vemos se pueden tomar diversas medidas para que los tratamientos convencionales contra las infecciones no se vuelvan ineficaces, lo que incrementa el riesgo de propagación de las enfermedades.