Brenda Chávez: «Consumir es un acto político con el que podemos cambiar el mundo»
No conocía a Brenda Chávez hasta que hace tres años me pidió ayuda para una sección sobre la industria farmacéutica en lo que es ahora su libro Tu consumo puede cambiar el mundo. He leído el trabajo y he querido entrevistarla pues ofrece una visión real de cómo funciona el sistema económico y expone ideas y alternativas que pueden ayudarnos a cambia este enloquecido «estado de las cosas».
-Al comienzo de su libro describe que usted trabajaba como periodista en el ámbito de la moda y que vio cosas que no le gustaban hasta el punto de tomar conciencia y dejar ese ámbito para ponerse a investigar y escribir este libro que me consta que le ha llevado tres años de trabajo. ¿Qué vio en ese mundo y por qué un cambio que supongo que sería incómodo?
El cambio fue algo lógico. Como periodista de cultura y en la moda (la foto de la derecha es de la autora), me ha interesado siempre el proceso creativo de las cosas, desde que algo es un boceto hasta que se hace realidad.
Al ver cómo se fabrican muchos bienes culturales (y de consumo) aprecié que había impactos nocivos medioambientales y sociales en muchos y me pregunté si se podrían hacer mejor, lo que me llevó hacia la sostenibilidad.
Además ocupé puestos de responsabilidad en medios femeninos y traté con muchas corporaciones que eran sus anunciantes, conocí sus estrategias de marketing y me fui familiarizando (al hacer búsquedas cada vez más profesionales) sobre sus abusos, que se repetían de un sector a otro ya fuera la explotación laboral, de recursos, de animales, lobby, elusión fiscal, etc.
Todo esto me ha ido convirtiendo en una consumidora más consciente (no quiero apoyar con mi dinero a quienes no se lo merecen) y profesionalmente me generó la necesidad de contar a los demás ciudadanos/as qué hay realmente tras nuestro consumo convencional y las alternativas que afortunadamente ya existen si no queremos apoyar con nuestro consumo este tipo de atropellos.
Mi obligación como periodista es informar, no hacer un periodismo que es prácticamente marketing para grandes corporaciones como me ha ocurrido muchas veces en la prensa femenina.
-¿Hasta qué punto el consumismo, no sé si escribir incluso el mero acto de consumir en los países industrializados, es uno de los impactos ambientales más graves?
Más que el consumo, lo que crea graves impactos es el modelo productivo, cómo se están fabricando hoy nuestros bienes y servicios en la mayoría de los casos, lo que, como consumidores, nos hace «cómplices» de esos grandes impactos: explotación de seres y recursos, residuos, contaminación, etc.
En el libro se detallan los abusos concretos que provoca el modelo convencional en cada sector (alimentación, moda, belleza, hogar, transporte, salud, banca, energía, consumo infantil, turismo, mascotas, etc.), pero también las alternativas que hay para poder evitarlos en todos ellos desde nuestro consumo.
Con nuestro consumo podemos recompensar empresas que producen con grandes impactos o a otras que están haciendo las cosas bien, nosotros elegimos qué modelo productivo queremos fomentar. Nuestras elecciones tienen un gran poder de influencia para construir un mundo injusto u otro completamente distinto.
-En su libro apunta al modelo económico hegemónico hoy, el capitalismo como el problema. ¿La solución es consumir menos y de manera más ética? ¿podemos realmente cambiar el mundo mediante el consumo, cómo?
Todos los ciudadanos somos consumidores y vivimos en una sociedad que se califica como «de consumo». El consumo responsable no va a cambiar mañana la macroeconomía, ni los Tratados de Libre Comercio, pero es una herramienta fundamental para influir en el modelo productivo actual, en la economía real y en el engranaje empresarial del que somos parte como consumidores.
Con cada acto de consumo estamos apoyando con nuestro dinero a empresas que tal vez no se lo merecen porque están cometiendo abusos sociales, medioambientales, laborales, culturales, fiscales, políticos, etc., algunas poseen beneficios anuales por encima del PIB de muchos países y poseen una gran capacidad de influencia sobre los gobiernos y sus políticas.
Si somos conscientes de qué tipo de empresas y actividades estamos recompensando con nuestro dinero y elegimos aquellas que no cometen atropellos estaremos empoderando un modelo productivo distinto y por tanto un mundo distinto.
Si premiamos con nuestro dinero abusos y malas praxis éstas se perpetuarán.
En el libro hay información suficiente para hacernos una idea de qué apoyamos con nuestro consumo y con nuestro dinero en cada sector para utilizarlo como una herramienta de cambio para el bienestar individual y global.
-Me gusta la idea que desarrolla de que cada vez que compramos algo emitimos un voto ¿puede explicarlo?
Votamos cada cuatro años, pero compramos casi a diario y emitimos un voto de confianza apoyando económicamente una manera de producir, a empresas cuya forma de fabricar puede ser nociva social y medioambientalmente, por lo que estaremos contribuyendo a premiar y cronificar estas conductas.
Pero si en cambio consumimos conscientemente y apoyamos aquellas que son respetuosas con los seres y el planeta estamos fomentando otra realidad más beneficiosa para todos. Consumir hoy es un acto político puesto que el consumo es el eje central de nuestra economía y muchas grandes corporaciones tienen una gran influencia política, social etc.
Podemos usar nuestro consumo como una herramienta de regeneración del modelo productivo, para que prosperen modelos más justos, redistributivos y menos nocivos y para que las empresas que tienen malas praxis se vean obligadas a erradicarlas al saber que los consumidores no van a querer consumirlos porque no se alinean con sus valores.
-El texto es lo suficientemente denso como para reflejar numerosos ámbitos e industrias, alimentaria, banca y como no podía ser de otro modo la farmacéutica. Veo que le ha sido útil consultar al respecto mis libros y blog, le agradezco las numerosas menciones que me hace.
Dígame, tras haber entrevistado a víctimas de medicamentos (como las afectadas por Agreal o la vacuna del papiloma) y haber conocido las particularidades de una industria como la farmacéutica ¿qué impresión le ha quedado?
Tus libros han sido de gran ayuda, también tu blog y haber hablado contigo y con Francisco Almódovar [mi compañero en el >], con las víctimas que comentas y también con las de la Talidomida, por ejemplo, así como con entes internacionales que vigilan esta industria y velan por una salud global justa u otros que denuncian la privatización de nuestra sanidad.
Ha sido de los sectores de los que menos sabía y en los que más he tenido que estudiar, cuanto más profundizaba en él, más espeluznaba ver la cantidad de abusos en los que incurre, también en animales, la manera en que se «juega» con la vida y la muerte de ciudadanos/as de todo el mundo, su opacidad, la cantidad de lobby y compradreo que hay, lo todopoderosas que son las farmacéuticas Big pharma y el nivel de impunidad en el que se manejan.
Ha sido de los capítulos que peor cuerpo me han dejado tras investigar y que más me han hecho reflexionar hasta qué punto el capitalismo neoliberal hace negocio con todo, por encima de cuestionamientos éticos, incluida nuestra salud.
-Volviendo al análisis del sistema capitalista, describe con acierto y tono positivo numerosas iniciativas en todos los ámbitos que intentan cambiar el actual estado de las cosas ¿cree que la multiplicación de proyectos centrados en las personas antes que en el dinero valdrá por sí sólo para el cambio? O escrito de otra manera, ¿se puede cambiar el sistema sin cambiar de sistema?
Creo que el sistema siempre se cambia desde dentro, lo queramos o no todos estamos dentro del sistema. El hecho de que estén emergiendo y consolidándose tantas iniciativas y modelos productivos respetuosos quiere decir que en todo el mundo hay personas que están reiventando el sistema productivo actual porque no comulgan con los abusos y atropellos corporativos que nos dicen que no tiene solución porque no se puede fabricar de otro modo.
Pero el regalo más grande que me ha dado este libro es constatar que en cada sector hay ciudadanos/as y proyectos que están haciendo posible lo imposible, produciendo sin explotar ni abusar, configurando una economía humanizada donde el beneficio no es lo único importante, sino que en la misma medida lo es no incurrir en impactos sociales y medioambientales.
Estamos en un punto de inflexión, el sistema neoliberal se demuestra disfuncional en todos los sectores y hay quien está viendo esas disfunciones como oportunidades de regenerar el modelo, así como la economía, es maravilloso.
-Creo que es cierto que estamos atravesando una etapa de concienciación social, aunque pienso que debemos ser escépticos pues la humanidad disfrutó de otros momentos de gran efervescencia social y hoy más que nunca está la vida sobre la Tierra amenazada. ¿Cuales son las claves sobre esa concienciación y qué nos puede llevar a pensar que esta vez es «la de verdad»?
Será de verdad si como ciudadanos/as y como consumidores no nos desanimamos y pasamos a la acción estando cada vez más atentos a las múltiples maneras en que podemos influir en el entorno de manera positiva, cada uno desde lo que nos resulte más cercano, profesionalmente, civilmente, políticamente y también desde el consumo.
Los cambios son lentos, pero si cada vez más personas, empresas, profesionales, consumidores, etc., influimos en la misma dirección de justicia social y medioambiental estaremos influyendo en este sistema capitalista que secuestra al mundo y crea graves problemas como el Cambio Climático, la brecha social global entre ricos y pobres y un sistema laboral cada vez más precario (todo lo cual está relacionado con nuestro consumo).
Si nos desmovilizamos, nos quejamos sin actuar y no pasamos a la acción, será imposible. La protesta tiene que ir siempre acompañada de la propuesta de alternativas y hoy afortunadamente hay muchas, hay más información y la tecnología puede ser además un gran aliado para implementar muchas soluciones que se detallan en el libro que en décadas pasadas no estaban tan desarrolladas.
Con tirar el móvil a la basura o utilizar lo mínimo uno barato de prepago, utilizar lo imprescindible bancos y demás»entes» y no comer nada de la basura industrial que nos meten hasta por las orejas (incluyendo drogas, legales o no). Ya con eso les da uno en los morros a estos benefactores del género humano. Hay mil cosas más que se pueden hacer, pero ese es un buen comienzo para quien quiera comenzar (valga la «rebuznancia»)