El impacto de la nanobiotecnología en la alimentación y la agricultura
El Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) lleva unos años publicando extraordinarios trabajos sobre los potenciales peligros de la nanotecnología. En enero de 2003 hicieron una gran aproximación al asunto explicando bien qué es y cuales son sus potenciales usos, los buenos y, claro, como corresponde a una organización crítica con las aplicaciones tecnológicas cuyo debate social no se ha proucido, los malos. Ese informe lo titularon La inmensidad de lo mínimo.
En junio de 2005 desarrollaron lo que bien podría ser un resumen del anterior, con una edición más gráfica y explicaciones al alcance de un público mayor. Se llama Manual de bolsillo en tecnologías nanoescalares… y la «Teoría del little bang».
Previamente, en noviembre de 2004 había publicado el informe La invasión invisible del campo: El impacto de las tecnologías nanoscópicas en la alimentación y la agricultura. Este trabajo analiza y adelanta las posibles consecuencias de estas tecnologías en su aplicación en la producción y transformación de alimentos. Parece ser que ya no hay límites en la creación de nuevos modos de vida, nunca concebidos en la evolución natural. Las técnicas transgénicas o de biotecnología han servido y sirven para jugar a Frankenstein, enlazando por ejemplo genes de diferentes especies con los posibles y cada vez más documentados efectos nocivos en nuestra salud y la del medioambiente (que no deja de ser lo mismo) que ello puede provocar. Pero la nanotecnología va un paso más lejos y las instituciones y grandes corporaciones que la impulsan intentarán conseguir con ella la buena imagen que no han conseguido con los productos y alimentos transgénicos. Uno de los párrafos que pueden encontrarse en este último informe reza así:
En un artículo reciente de la revista Nature Materials, una investigadora del Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge urgió a sus colegas en la investigación de materiales a que consideraran la agricultura como “una fuente de insumos alimenticios con una composición esencialmente incontrolable”, pero “con una rica y diversa categoría de materiales”, muchos de ellos “compuestos nano estructurados, donde el auto ensamblaje juega un papel crucial”. Athene Donald apunta que la variabilidad de estos insumos, característica inevitable de todos los productos naturales debida a las diferencias regionales en suelo, clima y modos de cultivo, produce ingredientes “no confiables” que los nanotecnólogos podrán uniformar más, hacerlos más estables e incluso más nutritivos. Reconociendo que, al menos en Europa, “la ciencia perdió ante la emoción” en el debate de los organismos genéticamente modificados, la autora abriga grandes esperanzas de que la nanotecnología “mejore la materia prima” de modo que sea aceptable para el público.
Este asunto de la nanotecnología es de verdadera ciencia ficción y (conociéndonos el mundo en que vivimos) temible por su potencial de mal uso.
Una organización de Alemania intenta impulsar la reflexión y la precaución con las nanotecnologías. Empezaron por el problema de las emisiones de fotocopiadoras e impresoras láser pero han extendido su ámbito de intereses. Tiene páginas en inglés.
http://www.nano-control.de
(…) la autora abriga grandes esperanzas de que la nanotecnología “mejore la materia prima” de modo que sea aceptable para el público.
¿Aceptable para el público…? Que muestren todas las cartas, lo pongan en las etiquetas correspondientes, y verás tu lo aceptable que va a ser esto. ¿Es que no tienen límite esta gente?
Estimado Alvaro,
Parece ser que la cosa va encaminada a crear enfermedades fantasmas de tipo psiquiátrico con tal de tener a una población constantemente enferma y drogada.
El moderno síndrome de los Morgellones parece tener origen cierto en la nanotecnología. En una primera fase se fumiga y se hace literalmente llover en determinadas áreas el llamado polvo inteligente, a lo que se sabe, una composición de polímeros de poliéster, nanoaluminio, bario, silicio, partículas de oro, entre otros elementos metálicos de transición con carga eléctrica, cuyo rastro queda visible en el cielo como Estelas Químicas que forman auténticas marañas tóxicas.
En realidad hablamos de componentes disgregados de nanoplasma activo. Esta fórmula se acumula en las plantas y en el caso humano se deglute. Aprovechando la alcalinidad de ph 10 a 11 del intestino, dichas nanopartículas ensambladoras se convierten en nanorobots con inteligencia de grupo, capaces de efectuar tareas complejas, que utilizan los materiales de sustento tisular para producir, en el caso de la dolencia de los Morgellones, fibras de poliéster con cabeza de silicio o de oro en el tejido cutáneo y subcutáneo que se expanden en red a través del sistema nervioso periférico.
Un agente invasor que no tiene la misma composición de las fibras que induce al huesped “parasitado” a producir. Un agente invasor que no es un parásito, que no se puede replicar sino que se ensambla al interior del organismo, que no estimula el sistema inmunológico, que tiene formas y patrones uniformes, que no es algo biológico ni es contagioso sino artifical, y que seguramente fue diseñado en laboratorio.
El síndrome de los Morgellones, aún oficialmente llamado delirio parasitario dermatozoico, tiene muy poco de enfermedad psiquiátrica, siendo al parecer un asunto de toxicología ambiental con quien sabe qué intención experimental.
Conocida desde 2004 la secuencia completa del genoma humano, entre otras cuestiones significó abrir la caja de Pandora a la Tecnología de cristales líquidos de ADN capaces de emular la acción de proteomas y virones.