La Dermatosis Nodular Contagiosa en España: Un brote inesperado que revela las grietas del sistema ganadero industrial
Queridos lectores y lectoras, en un momento en que la crisis climática acelera la propagación de enfermedades zoonóticas y vectoriales –mosquitos y garrapatas que se multiplican con el calor global–, España enfrenta ahora un nuevo desafío sanitario en su ganadería: la Dermatosis Nodular Contagiosa (DNC), conocida internacionalmente como lumpy skin disease.
Esta patología vírica, endémica en África y que ha ido saltando fronteras en los últimos años, ha irrumpido en nuestro país con una virulencia que pone en jaque no solo la salud animal, sino el frágil equilibrio de un sector económico dependiente de exportaciones y prácticas intensivas.
Como siempre en este blog, no me limito a informar: analizo el contexto, las novedades y, sobre todo, las implicaciones ocultas, desde los daños a los animales hasta el impacto humano y económico.
Porque, en el fondo, estas crisis son un espejo de cómo el modelo agroindustrial, impulsado por grandes corporaciones, prioriza el lucro sobre la prevención y el bienestar.
Una enfermedad «importada» en un sistema vulnerable
La DNC no es nueva, causada por un virus de la familia Poxviridae (primo de la viruela bovina), afecta exclusivamente a rumiantes como vacas, ovejas y cabras. Se transmite por contacto directo, aerosoles o, principalmente, vectores como mosquitos, tábanos y garrapatas –precisamente esos insectos que el calentamiento global está expandiendo hacia el norte-.
En Europa, los primeros brotes graves datan de 2015 en los Balcanes, y desde entonces ha avanzado por Rusia, Turquía y Francia (donde se detectaron focos en septiembre de 2025).
En España, su llegada no es casualidad: el virus probablemente cruzó la frontera pirenaica vía importaciones de ganado vivo desde Francia, un flujo constante que alimenta nuestra ganadería intensiva.
Recordemos que este modelo –confinamiento masivo, transporte transfronterizo y monocultivos de carne– es un caldo de cultivo perfecto para pandemias animales.
Las grandes agroempresas presionan por regulaciones laxas en el comercio internacional, ignorando los riesgos sanitarios. La Unión Europea, con su directiva 92/119/CEE, obliga a declarar la DNC como enfermedad notificable, pero la prevención se ha quedado en buenas intenciones: hasta ahora, no había stock vacunal preventivo en España, pese a alertas de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) desde 2016.
¿El resultado?, un sector desprevenido, con explotaciones en Cataluña –epicentro actual– que dependen de terneros importados para su engorde.
El brote español comenzó el 3 de octubre de 2025 en una granja lechera de Alt Empordà (Girona), con 821 vacas, donde se sacrificaron más de 120 animales afectados. En apenas tres semanas, los focos han escalado a 17 confirmados, todos en Girona (Castelló d’Empúries, Cassà de la Selva y alrededores), afectando a más de 500 cabezas.
La Generalitat ha ampliado el radio de restricción a 50 km, inmovilizando 93.000 animales en 800 granjas. Asturias y Cantabria han suspendido ferias y mercados por 15-21 días; Castilla-La Mancha y Albacete exigen cuarentenas estrictas a importaciones.
La respuesta oficial: vacunación masiva de emergencia
España ha recibido 207.000 dosis del fondo de reserva de la UE (Neethling strain, producida en Sudáfrica por Onderstepoort Biological Products), aplicadas por equipos de 60 veterinarios en zonas de vigilancia. La meta es vacunar al 75% de las reses en el radio afectado en las próximas horas.
Además, sacrificios totales en focos (vaciado sanitario) y eliminación de cadáveres en incineradoras, como en Térmens (Lleida). El ministro Luis Planas pide «tranquilidad»: no hay riesgo zoonótico, la carne y leche son seguras (el virus muere con la cocción).
Pero, ¿y si esto es solo la punta del iceberg? La OMSA (Organización Mundial de Sanidad Animal) advierte en su informe 2025 que la crisis climática actual acelera estos saltos geográficos, y España, con su densidad ganadera en el noreste, es un blanco fácil.
La vacuna bajo lupa
Aquí entramos en terreno pantanoso, y como periodista crítico con la industria farmacéutica, no puedo ignorar las sombras de las vacunas.
La usada en España es una vacuna viva atenuada (homóloga al virus Neethling), efectiva en un 80-90% para reducir síntomas y mortalidad (1-5% en no vacunados). La EFSA y la OMSA la recomiendan como «herramienta crucial» para erradicar brotes, como en los Balcanes (donde cubrió >70% de cabezas desde 2015, deteniendo la epidemia en 2019).
Sin embargo, no todo es idílico. Estudios revisados por PMC y ScienceDirect destacan críticas serias:
- Efectos secundarios en animales: Locales (hinchazón, nódulos en sitio de inyección) o sistémicos (fiebre, letargo, incluso síntomas parecidos a la DNC en 10-20% de casos, especialmente en terneros jóvenes o inmunodeprimidos) . Una vacuna «sobre-atenuada» pierde eficacia, dejando a los animales vulnerables y causando pérdidas económicas por rebrotes . Peor aún: si se vacuna a un animal incubando el virus, puede surgir una nueva cepa recombinada, complicando la vigilancia (las pruebas serológicas no distinguen virus salvaje de vacunal).
- Riesgos de contaminación: Estas vacunas vivas pueden portar patógenos extraños no caracterizados, infectando rebaños con virus adventicios. En España, veterinarios de Lugo exigen «intensificar la vigilancia» post-vacunación para evitar esto.
Para los animales, el saldo es cruel: sacrificios masivos (ya >500 cabezas en Girona) y estrés crónico en vacunados, exacerbando problemas de fertilidad y producción láctea (hasta -50%).
¿No sería mejor invertir en bioseguridad ecológica –repelentes naturales, rotación de pastos– en lugar de depender de farmacéuticas como MSD Animal Health, que suministran estas dosis.
¿Consecuencias para las personas?
Mínimas, pero con sombras éticas y ambientales. Buenas noticias: la DNC no es zoonótica. No se transmite a humanos por contacto, leche o carne –la OMSA lo confirma rotundamente-. Y no hay evidencia de que la vacuna altere productos cárnicos o lácteos para el consumo humano.
Sin embargo, en un enfoque crítico, no desdeñemos impactos indirectos:
- Salud ocupacional: Veterinarios y ganaderos expuestos a agujas contaminadas arriesgan infecciones cruzadas (riesgo de propagar el virus vía equipo no desechable). La OMSA urge agujas de un solo uso, pero en campañas masivas, ¿se cumple?
- Ambiental y ético: El sacrificio e incineración liberan emisiones (CO2, metano), agravando la crisis climática actual que fomenta vectores. Y éticamente, ¿cuánto sufrimiento animal toleramos por un sistema que exporta 66.000 toneladas de vacuno vivo al año?
Los síntomas son brutales en los animales: fiebre >40°C, nódulos dolorosos en piel, mucosas y órganos (hasta úlceras sangrantes), cojera, abortos y emaciación. En lecheras, la producción cae drásticamente; en hembras gestantes, infertilidad temporal.
La mortalidad es baja (1-5%), pero la morbilidad alta (10-20%), dejando rebaños debilitados durante meses. Con la vacuna, se mitiga, pero no elimina: estudios muestran que 16% de vacunados aún desarrollan signos clínicos post-exposición. Es un recordatorio: los animales no son meras unidades productivas; su sufrimiento –nódulos infectados, aislamiento forzoso– clama por un ganadería más sostenible.
El golpe económico: un sector al borde del colapso
Aquí radica el verdadero drama. La DNC ha suspendido exportaciones de vacuno vivo a Marruecos (43% del total español: 28.572 toneladas en 2024, >111M€) , frenando un «millonario negocio» en pico alcista por demanda norteafricana.
Francia, proveedor de 30.000 terneros/mes, ha vetado movimientos, encareciendo reposiciones. Resultado: los cebaderos saturan los mataderos (+oferta = -precios: -5-10% estimado), mientras lácteas pierden >50% producción.
En Cataluña, 130.000 vacas inmovilizadas por 3 semanas post-vacunación; en Menorca o Albacete, «consecuencias devastadoras» si llega. Globalmente, la OMSA estima pérdidas por comercio restringido y daños en cuero (inútil para industria) en cientos de millones anuales.
¿Conclusión? La DNC en España es un aviso: el ganadero industrial, con sus importaciones masivas y dependencia de farmacéuticas, nos deja expuestos. La vacunación salva el día a corto plazo, pero sus riesgos –cepas mutantes, efectos en animales– demandan transparencia y alternativas ecológicas.
Exijamos prevención real: fondos para bioseguridad, no solo para incineradoras. Y recordemos: la verdadera sanidad empieza en el plato –menos carne intensiva, y más ecológica, con más pastoreo regenerativo-.
Porque, en el ámbito de la alimentación ecológica, ¿puede existir la Dermatosis Nodular Contagiosa? Sí puede ocurrir en ganadería ecológica, pero es menos frecuente y grave que en la industrial: de 17 focos en España (octubre 2025), solo dos afectan a explotaciones BIO (Lleida/Menorca), gracias a rotación de pastos, baja densidad, bioseguridad natural (repelentes ecológicos) y razas resistentes, reduciendo morbilidad al 6% y mortalidad al 1% versus 20% y 5% en intensivo.
El virus llega por vectores (mosquitos) o importaciones, pero el modelo ecológico limita propagación; pérdidas <10% versus >50%, recuperación en 4-6 semanas, y carne/leche que sigue certificada y segura.