Vacunación infantil y enfermedades crónicas: ¿qué revela un estudio sobre 18.468 niños en EE.UU.?
La vacunación infantil es uno de los pilares de la salud pública actual. Sin embargo, como siempre sucede con cualquier intervención médica a gran escala, sus efectos a largo plazo merecen la máxima vigilancia y transparencia.
Un reciente estudio observacional del Henry Ford Health System en Detroit (Michigan), basado en una cohorte de 18.468 niños nacidos entre 2000 y 2016, ha levantado una vez más la polémica sobre la relación entre la vacunación infantil y el desarrollo de enfermedades crónicas a lo largo del tiempo.
El hallazgo más contundente: a los 10 años, la probabilidad de que los niños vacunados desarrollaran alguna enfermedad crónica fue del 57%, frente al 17% de los no vacunados.
Este dato, que de entrada choca con la narrativa predominante sobre la seguridad de las vacunas, merece ser analizado en detalle para entender qué puede estar indicando realmente y cuáles son las implicaciones para familias, médicos y responsables de política sanitaria.

El estudio: diseño y hallazgos principales
El estudio es un análisis retrospectivo de una cohorte de niños que pertenecen a un sistema integrado de atención médica en Michigan. Se categorizó a los menores según si habían recibido al menos una vacuna o no, y se les siguió desde el nacimiento hasta varios años después para detectar diagnósticos de enfermedades crónicas.
De los 18.468 niños, 16.511 recibieron una o más vacunas bajo el calendario pediátrico estándar de EE.UU., que incluye inmunizaciones contra enfermedades como la difteria, tétanos, tosferina, sarampión, rubéola, parotiditis, y otras. Mientras, 1.957 niños quedaron en el grupo no vacunado.
El estudio encontró que el riesgo de diagnóstico de enfermedad crónica en la infancia fue 2,5 veces mayor en niños vacunados que en no vacunados. Entre esas enfermedades se incluyen asma (4,3 veces más frecuente), enfermedades atópicas y autoinmunes, eczema y trastornos del neurodesarrollo como retrasos en el desarrollo del lenguaje y aprendizaje.
La probabilidad de estar libre de cualquier enfermedad crónica a los 10 años fue del 43% en el grupo vacunado, mientras que el 83% de los no vacunados permaneció sano según los criterios utilizados.
¿Qué enfermedades crónicas se evaluaron?
El estudio contempló un amplio grupo de condiciones de salud crónicas de importancia pública y médica, siguiendo estándares estadounidenses:
- Enfermedades respiratorias: asma y crisis asmáticas.
- Enfermedades atópicas: eczema, alergias atópicas.
- Enfermedades autoinmunes: incluyendo enfermedades raras relacionadas con autoinmunidad.
- Trastornos del neurodesarrollo: retraso en el desarrollo, trastornos del lenguaje, Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), entre otros.
- También se evaluaron cáncer, diabetes, alergias alimentarias, trastornos mentales, epilepsia y varios otros.
No se encontró asociación significativa entre vacunación y aumento de cáncer, autismo o diabetes. En algunos trastornos, como el autismo, la incidencia fue igualmente baja en ambos grupos.
Aunque estos datos llaman la atención, es imprescindible interpretarlos con rigor y cierta prudencia. Es un estudio observacional, retrospectivo, por lo que no puede establecer causalidad, solo asociación.
Varias variables pueden influir, como diferencias en el seguimiento médico, factores ambientales, características genéticas y socioeconómicas que no fueron medidas completamente.
Por ejemplo, los niños vacunados usualmente tienen más visitas médicas y, por tanto, más oportunidades de diagnóstico. Aunque el estudio hizo ajustes estadísticos y análisis de sensibilidad, el riesgo de sesgo siempre existe.
Además, el grupo no vacunado puede tener un menor uso de servicios médicos, lo que puede estar subestimando la detección de enfermedades crónicas en este grupo.
¿Qué mecanismos biológicos podrían estar involucrados?
El estudio no entra en mecanismos fisiopatológicos, pero referencias bibliográficas sugieren que en individuos vulnerables, la estimulación inmunológica generada por las vacunas podría actuar como un disparador para ciertas enfermedades autoinmunes o atópicas.
También se mencionan hipótesis sobre modificadores epigenéticos y susceptibilidades genéticas individuales, áreas en las que la ciencia aún está en desarrollo.
No hay consenso científico sobre estos mecanismos, ni evidencia concluyente de que las vacunas causen esas enfermedades, pero plantean la necesidad de investigación continuada, especialmente para entender la heterogeneidad en la respuesta inmunitaria.
Eso sí, los resultados están ahí, y es crucial acompañar estos estudios con comunicación clara, abierta y responsable por parte de autoridades sanitarias, científicos y medios de comunicación.
En todo caso, la vigilancia independiente, con acceso a datos y auditorías externas, es el único camino para mejorar la confianza pública y proteger la salud colectiva.
Conclusión
El estudio de la Henry Ford Health aporta información valiosa y compleja sobre la relación entre vacunación infantil y enfermedades crónicas en la niñez, la cual debe ser analizada cuidadosamente.
Sugiere que en un amplio grupo de niños vacunados, el riesgo de desarrollar ciertas patologías crónicas es mayor con respecto a los no vacunados, lo que abre la puerta a seguir investigando en estudios diseñados para descartar o confirmar estas asociaciones y esclarecer posibles mecanismos biológicos.
La ciencia y la salud pública deben caminar siempre de la mano con la transparencia, la crítica constructiva y la responsabilidad social.