Tos ferina
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Tosferina y su vacuna deficiente: las muertes evitables y el silencio cómplice

El brote de tosferina en España entre 2023 y 2024 alcanzó un nivel histórico. Se registraron más de 28.000 casos, 920 hospitalizaciones y al menos 12 muertes, seis de ellas en bebés que nacieron antes de la protección adecuada o cuyas madres no se habían vacunado durante el embarazo.

El brote triplicó la incidencia de la ola previa de 2015, considerada hasta entonces la peor. Paradójicamente, tras este escenario de crisis sanitaria, la narrativa dominante en los medios culpó a los «antivacunas» y lanzó una cruzada social contra las mujeres gestantes que decidieron no vacunarse.

Sin embargo, esta interpretación oculta la realidad técnica y científica: la vacuna infantil no garantiza protección duradera y el modelo de vacunación materna actual incluye dosis innecesarias contra difteria y tétanos, sin resolver el problema central, que es la propio insuficiencia vacunal para impedir el contagio.

La estrategia de culpar a las familias y colectivos que rechazan o dudan de la vacuna es así un intento de desviar la responsabilidad institucional y controlar el discurso público sin afrontar la necesidad urgente de mejorar la prevención.

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Un brote sin precedentes

El brote que comenzó a manifestarse con fuerza en la primavera de 2023 tras el parón epidemiológico de la pandemia de COVID-19, se extendió hasta finales de 2024, con una explosión máxima en meses como marzo.

La pandemia y las restricciones sociales redujeron de forma drástica el contacto natural con la bacteria, impidiendo la renovación de inmunidad natural que normalmente se produce a través de infecciones subclínicas recurrentes en la población.

Esta situación favoreció un aumento del número de personas susceptibles a la tosferina que, ante la circulación del patógeno, se tradujo en un repunte masivo de casos y brotes epidémicos de gran magnitud.

Así, más de un tercio de los casos afectados fueron niños entre 10 y 14 años, seguidos por grupos entre 5 y 9 años, siendo apenas un 4% los menores de un año, grupo donde sin embargo se concentra el mayor riesgo de hospitalización y mortalidad.

Un equipo del Instituto de Investigación Vall d’Hebron (VHIR) confirmó la aparición de una nueva variante genética de Bordetella pertussis que evade el reconocimiento inmunológico y puede explicar en parte la gravedad y extensión de esta oleada epidémica.

Este hallazgo pone de manifiesto una consecuencia directa del uso generalizado y prolongado de la vacuna acelular: la evolución bacteriana en respuesta a una presión vacunal insuficiente que no consigue detener eficazmente la transmisión.

Muertes evitables

Se confirmaron al menos doce muertes por tosferina durante este brote, seis de ellas lactantes que carecieron de protección adecuada: bebés prematuros nacidos antes de recibir los anticuerpos maternos o hijos de madres no vacunadas.

Los otros fallecimientos correspondieron a personas mayores con patologías crónicas, otro grupo vulnerable, aunque el foco principal sigue siendo la mortalidad infantil, evitables en su mayoría si la vacuna fuera realmente eficaz.

La política sanitaria vigente consiste en sostener una serie de refuerzos vacunos sucesivos: a la madre se le administra la vacuna trifásica (difteria-tétanos-tosferina) finalizando la gestación, seguido de varias dosis en lactantes y niños.

Pero esta cadena no soluciona el problema original y además expone a las mujeres a dosis innecesarias de difteria y tétanos, transformándolas en un mero «vientre» de anticuerpos, con insuficiente reconocimiento y consentimiento informados.

Frente a la gravedad del brote, algunas comunidades han añadido una sexta dosis de refuerzo en la adolescencia para retrasar la circulación bacteriana, mientras el Ministerio de Sanidad estudia extender esta medida a nivel nacional. Sin embargo, todos reconocen que es un parche y no la solución definitiva.

El problema de la tosferina hoy es estructural y tiene raíces profundas en el modelo sanitario y en las decisiones políticas y comerciales.

  1. Duración corta de la inmunidad: la vacuna provee una protección limitada en tiempo que obliga a revacunaciones frecuentes, justificada como «mal menor», pero que en realidad es un remedio temporal que no elimina el patógeno.
  2. Inmunidad mucosal nula: la vacuna no bloquea la transmisión, permitiendo que la bacteria circule entre los vacunados, generando un reservorio epidemiológico latente.
  3. Evolución bacteriana inducida: la presión selectiva por una vacunación imperfecta ha impulsado la emergencia de cepas mutantes que evaden la inmunidad.
  4. Calendario vacunal inadecuado: existe un hueco de inmunidad entre vacunas que facilita rebrotes, y las revacunaciones en adolescentes y gestantes solo alivian pero no resuelven la situación.
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¿Por qué mantener un sistema ineficaz?

La vacuna vigente se mantiene no por voluntad sanitaria sino por intereses económicos, políticos y falta de alternativas disponibles.

La industria y las sociedades científicas promueven esta vacuna imperfecta porque no existe una opción mejor en el mercado ni voluntad real para desarrollarla.

Además, se administra junto con toxoides de difteria y tétanos, que no tienen indicación clara en embarazadas, exponiéndolas a dosis innecesarias y convirtiéndolas en soporte obligado del sistema vacunal sin un adecuado consentimiento informado.

La mortalidad infantil por tosferina no ha desaparecido y durante el último brote se ha cobrado nuevas vidas evitables. A su vez, el incremento exponencial de casos en España desde 2023 (casi diez veces más que en años previos) muestra claramente que la “luna de miel vacunal” por la cual parecía controlada la enfermedad terminó y que el sistema vigente ha fracasado.

Para evitar que la tosferina siga siendo una causa de muertes prevenibles es imprescindible:

  • Promover con urgencia investigación y desarrollo de vacunas más eficaces, que generen inmunidad duradera y protejan la mucosa respiratoria, bloqueando la transmisión.
  • Ajustar el calendario de vacunación, evitando saturar con refuerzos innecesarios y contemplando el uso de vacunas monovalentes específicas para embarazadas, para evitar la exposición a antígenos no requeridos.
  • Garantizar transparencia científica plena, para informar correctamente a profesionales y población sobre las limitaciones actuales y no generar falsas expectativas ni culpabilizaciones.
  • Romper la atadura entre políticas públicas y la industria farmacéutica para evitar conflictos de interés que retrasan mejoras sanitarias necesarias.

Reflexión final

La tosferina es una enfermedad que debería estar controlada y reducida a mínimos, pero actualmente sigue matando niños pequeños y provocando números alarmantes de casos en un país con los recursos y la tecnología para mucho más.

La responsabilidad no puede seguir siendo responsabilizar a los “antivacunas” o a las mujeres que deciden no vacunarse bajo presión. El problema real es un sistema que no asume la necesidad inmediata de desarrollar y aplicar mejores vacunas, y que mantiene a las madres gestantes como “vientres de anticuerpos” en un modelo insensible y fallido, con un coste humano inaceptable.

Mientras no se atienda esta realidad, las muertes evitables por tosferina continuarán siendo la marca de una epidemia que no se quiso o no se supo atajar a tiempo.

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Un comentario

  1. Una de mis amigas, hace ya unos 8 años creo, se vacuno embarazada de la tosferina y luego la niña en el calendario vacunal de Osakidetza siendo un bebe, aún así, se tuvo la tosferina y llego a estar ingresada en el hospital. La moraleja que saco de esto es que no sirve para nada. Un negocio económico para unos cuantos.
    Con la vacuna de la varicela, me sucedió parecido, le dí a mi hija la primera dosis y al cabo de una semana o dos hubo un brote en su aula y se contagió, la segunda ya ni me lo plantee.

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