La nueva religión: El control absoluto de nuestras vidas mediante el miedo a enfermar
Vivimos tiempos en los que el miedo ha dejado de ser una emoción individual para convertirse en una poderosa herramienta de construcción social, un mecanismo de control que impregna todos los rincones de nuestra vida cotidiana. En este contexto, el miedo a la enfermedad ha adquirido el rango de dogma, de nueva religión, y el control social que se ejerce a través de él parece no tener límites.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Quién se beneficia de este estado de pánico permanente? Y, sobre todo, ¿cómo podemos recuperar nuestra autonomía y salud mental ante esta maquinaria de manipulación?
El miedo, históricamente, ha sido utilizado por las élites para mantener el poder de una minoría sobre la mayoría. Cuando ese miedo se eleva a categoría de construcción social, se convierte en un principio integrador que condiciona la toma de decisiones individuales y colectivas.
La gestión de la inseguridad y la amenaza constante se ha convertido en la justificación de políticas cada vez más restrictivas, que van desde la vigilancia masiva hasta la limitación de libertades fundamentales, todo en nombre de la protección y la seguridad.

Durante la pandemia de la COVID-19, esta dinámica alcanzó cotas inéditas. El bombardeo constante de información sobre contagios, muertes y nuevas variantes, tanto en medios tradicionales como en redes sociales, provocó una ansiedad generalizada y un sentimiento de amenaza permanente.
Este estado de alarma crónica no solo afectó a la salud mental de la población, sino que también modificó profundamente nuestra psicología colectiva, haciéndonos más conformistas, menos tolerantes y más susceptibles a la manipulación.
El miedo a enfermar: la nueva doctrina
La amenaza de la enfermedad, especialmente cuando se presenta como invisible, impredecible y omnipresente, activa mecanismos ancestrales de defensa. El miedo al contagio nos lleva a desconfiar de los demás, a juzgar más duramente a quienes no siguen las normas y a buscar seguridad en la obediencia ciega.
Así, se refuerzan actitudes conservadoras y se debilita el espíritu crítico. El miedo a enfermar se convierte en una religión laica, con sus propios rituales (mascarillas, geles, distanciamiento), dogmas (la ciencia oficial como única verdad) y herejes (quienes dudan, cuestionan o buscan alternativas).
Esta nueva doctrina no solo afecta a las relaciones sociales, sino que también tiene consecuencias políticas y económicas. La asimilación del sentimiento de inseguridad por parte de la opinión pública conlleva conformidad, retraimiento y asentimiento social. Se acepta sin rechistar el aumento del control, la vigilancia y la censura, bajo la promesa de una seguridad que nunca llega a materializarse plenamente.
Los medios de comunicación desempeñan un papel central en la propagación del miedo. A través de la selección y el tratamiento de la información, contribuyen a crear una realidad ficticia en la que el peligro es constante y omnipresente.
Esta estrategia de comunicación, que algunos autores han denominado “la doctrina del shock”, busca mantener a la población en un estado de conmoción permanente, en el que la capacidad de reacción racional se ve anulada por la emoción.
El resultado es una sociedad aturdida, incapaz de distinguir entre la información relevante y la propaganda, y cada vez más dependiente de las directrices de las autoridades. La ingeniería social que se despliega en este contexto utiliza el miedo como materia prima para moldear comportamientos, creencias y actitudes, favoreciendo siempre los intereses de quienes detentan el poder.
Consecuencias sociales y psicológicas del miedo a enfermar
El miedo a la enfermedad no solo afecta a nivel individual, sino que tiene profundas repercusiones sociales. Entre las más evidentes destacan:
- Aislamiento social: El temor al contagio lleva a evitar el contacto con los demás, lo que incrementa la soledad y debilita los lazos comunitarios.
- Desconfianza y prejuicio: Se refuerzan actitudes xenófobas y discriminatorias, especialmente hacia quienes son percibidos como “diferentes” o “peligrosos”.
- Sumisión y conformismo: El miedo inhibe la capacidad de cuestionar y fomenta la obediencia a las normas, incluso cuando estas carecen de justificación racional.
- Ansiedad y trastornos mentales: El estado de alerta permanente favorece la aparición de trastornos como la ansiedad, la depresión y la hipocondría.

La gestión del miedo, lejos de ser una cuestión individual, se convierte así en un problema colectivo que afecta a la salud mental y social de toda la población.
La economía del miedo: quién gana y quién pierde
No es casualidad que el miedo a la enfermedad se haya convertido en un negocio multimillonario. La industria farmacéutica, las empresas de tecnología sanitaria y los proveedores de servicios de seguridad han visto multiplicarse sus beneficios en los últimos años.

A cambio, la población ha perdido autonomía, privacidad y capacidad de decisión sobre su propia salud. Los gobiernos, por su parte, han encontrado en el miedo una excusa perfecta para aumentar el control sobre la ciudadanía, restringir derechos y justificar políticas de austeridad o recortes en servicios públicos.
Todo ello bajo el paraguas de la “protección” y el “bien común”, conceptos que, en este contexto, se vacían de contenido y se utilizan como coartada para perpetuar el statu quo.
Frente a este panorama, la pregunta clave es: ¿cómo podemos salir del estado de miedo y recuperar el control sobre nuestras vidas? La respuesta no es sencilla, pero existen alternativas y estrategias que pueden ayudarnos a romper el círculo vicioso de la manipulación y el conformismo.
1. Recuperar el pensamiento crítico
La primera medida es dejar de alimentar el miedo que nos imponen diariamente3. Esto implica cuestionar la información que recibimos, buscar fuentes alternativas y contrastar los datos antes de asumirlos como verdades absolutas. No se trata de negar la existencia de riesgos, sino de ponerlos en perspectiva y evitar el catastrofismo.
2. Relativizar las sensaciones y pensamientos obsesivos
Muchas veces, el miedo a la enfermedad se alimenta de pensamientos catastrofistas y obsesivos que no se corresponden con la realidad. Aprender a relativizar las sensaciones corporales, a no centrar toda la atención en los síntomas y a cortar de raíz los pensamientos irracionales es fundamental para recuperar la calma y el equilibrio.
3. Fomentar la conexión social y la solidaridad
El aislamiento disminuye la resistencia de las personas, tanto a nivel físico como psicológico. Por eso, es importante fortalecer los lazos comunitarios, buscar el apoyo de familiares y amigos y participar en iniciativas de ayuda mutua. La solidaridad es la mejor vacuna contra el miedo y la desconfianza.
4. Promover la autonomía y la responsabilidad individual
En lugar de delegar nuestra salud y bienestar en las autoridades o en la industria, es fundamental asumir la responsabilidad sobre nuestras propias decisiones. Esto implica informarse, cuidarse y tomar medidas preventivas sensatas, sin caer en la paranoia ni en la sumisión ciega.
5. Practicar técnicas de relajación y autocuidado
El miedo es una emoción compleja que no se disuelve de la noche a la mañana. Practicar técnicas de relajación, meditación y mindfulness puede ayudar a reducir la ansiedad y a mantener la mente clara y serena. Darse tiempo, respirar y mantener la calma son pasos esenciales para afrontar el miedo y superarlo.
6. Desconectar de los “falsimedia” y del bombardeo informativo
Una de las recomendaciones más repetidas por quienes han reflexionado sobre el papel del miedo en la sociedad es la de desconectar de los medios de comunicación que se regodean en el desastre y la culpabilización. Buscar periodos de retiro, reducir el consumo de noticias y seleccionar cuidadosamente las fuentes de información son estrategias eficaces para proteger la salud mental.
7. Apostar por una nueva economía y formas de vida alternativas
La crisis del miedo puede ser una oportunidad para repensar el modelo económico y social en el que vivimos. Producir artesanalmente, intercambiar bienes y servicios, ayudarse mutuamente y crear redes de apoyo son alternativas que fortalecen la autonomía y la resiliencia comunitaria.
8. Anticipar el éxito y celebrar los pequeños avances
Cada pequeño paso que damos para superar el miedo es un logro que merece ser celebrado. Anticipar la sensación de éxito y mantener una actitud optimista nos ayuda a mantener la motivación y a avanzar en el proceso de recuperación.
Hacia una sociedad libre de miedo
El miedo a la enfermedad, convertido en nueva religión, ha servido para justificar un control social y político cada vez más asfixiante. Sin embargo, no estamos condenados a vivir en un estado de pánico permanente.
Recuperar el pensamiento crítico, fortalecer la solidaridad, asumir la responsabilidad individual y promover formas de vida alternativas son caminos posibles para salir del estado de miedo y construir una sociedad más libre, justa y saludable.
Salir del estado de miedo es una de las claves para recuperar nuestra dignidad y nuestro derecho a la existencia. No se trata de negar los riesgos, sino de enfrentarlos con conocimiento, serenidad y autonomía. Solo así podremos desmontar la maquinaria del miedo y abrir la puerta a un futuro en el que la salud, la libertad y la solidaridad sean los verdaderos pilares de nuestra convivencia.
Excelente artículo. Con su permiso, difundo.
Certero, Miguel.