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Aumento del ictus en jóvenes: Una de las causas, una, las vacunas Covid-19

El ictus, tradicionalmente asociado a personas de edad avanzada, está mostrando una preocupante tendencia al alza entre la población joven. Según datos recientes, el número de casos de ictus ha aumentado un 40% en personas jóvenes, una cifra que ha encendido todas las alarmas en la comunidad médica y científica. El Hospital Universitario Torrecárdenas, referente en la investigación de enfermedades cerebrovasculares, lidera actualmente investigaciones punteras para desentrañar las causas de este fenómeno.
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Un cambio de paradigma: el ictus ya no es solo cosa de mayores

Durante décadas, el ictus se ha considerado una patología propia del envejecimiento. Sin embargo, la realidad actual obliga a replantear este paradigma. Los datos que llegan desde hospitales y registros epidemiológicos muestran un aumento significativo de casos en personas menores de 50 años, e incluso en la franja de 20 a 40 años.

Este cambio obliga a la medicina y a la sociedad a preguntarse: ¿Qué está provocando este incremento? En el Hospital Universitario Torrecárdenas de Almería se ha creado un grupo de investigación multidisciplinar.

Las líneas de investigación del grupo abarcan desde la epidemiología del ictus y sus causas, hasta el desarrollo de modelos animales para probar nuevas terapias, pasando por la búsqueda de biomarcadores y el estudio de factores socioeconómicos y ambientales que puedan explicar las diferencias geográficas en la incidencia del ictus en jóvenes.

Causas del aumento del ictus en jóvenes

1. Cambios en los factores de riesgo clásicos

Aunque la hipertensión, la diabetes, la dislipemia y el tabaquismo siguen siendo factores de riesgo predominantes, su incidencia ha aumentado en la población joven debido a cambios en los estilos de vida. El sedentarismo, la obesidad y una dieta poco saludable están cada vez más presentes en adolescentes y adultos jóvenes, lo que contribuye a la aparición precoz de enfermedades vasculares.

2. Consumo de sustancias y hábitos tóxicos

El consumo de drogas, especialmente cocaína, cannabis y anfetaminas, así como el abuso de alcohol y tabaco, se asocian a un riesgo elevado de ictus isquémico y hemorrágico en jóvenes. Estos hábitos pueden provocar vasoespasmo, arritmias y daño endotelial, favoreciendo la aparición de accidentes cerebrovasculares.

3. Factores genéticos y enfermedades raras

En los jóvenes, los ictus pueden estar relacionados con enfermedades genéticas o raras, como las coagulopatías hereditarias, la disección arterial espontánea, la anemia falciforme o las enfermedades autoinmunes. El grupo de Torrecárdenas investiga activamente la identificación de estos factores mediante modelos predictivos y biomarcadores específicos.

4. Infecciones y factores inmunológicos: ¿Vacunas COVID-19?

La infección por SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto la relación entre procesos infecciosos y el riesgo de ictus, incluso en personas jóvenes. El grupo de investigación estudia cómo la disfunción endotelial y el acoplamiento neurovascular pueden verse alterados tras infecciones virales, incrementando el riesgo de eventos cerebrovasculares.

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En los prospectos de varias vacunas contra la COVID-19, especialmente las de vector viral como AstraZeneca y Janssen, se recogen como efectos secundarios ciertos trastornos sanguíneos, como trombosis y, en casos excepcionales, ictus.

Se han documentado algunos casos aislados de ictus isquémico en jóvenes tras la vacunación, asociados a un síndrome inmunotrombótico (VITT) caracterizado por trombocitopenia y anticuerpos anti-PF4.

Algunos estudios han detectado un ligero aumento del riesgo de ictus isquémico en los primeros 21 días tras la vacunación con ciertas vacunas, pero este riesgo es muy inferior al asociado a la propia infección por SARS-CoV-2 y no explica el incremento global de ictus en jóvenes.

En resumen, aunque los ictus y problemas sanguíneos aparecen como efectos secundarios considerados muy raros en los prospectos y se han documentado casos. Muy raros, pero ya sabéis los asiduos a este blog que existe una tremenda infranotificación de daños por vacunas, luego la cifra a buen seguro es muy superior.

5. Estrés, salud mental y desigualdad socioeconómica

El estrés crónico, los trastornos de ansiedad y depresión, y las condiciones socioeconómicas desfavorables pueden aumentar la vulnerabilidad al ictus. El equipo de Torrecárdenas, en colaboración con psicólogos, estudia el impacto de estos factores psicosociales en la incidencia y el pronóstico del ictus en jóvenes.

6. Factores ambientales y geográficos

La exposición a contaminantes ambientales, la calidad del aire y el acceso desigual a la atención sanitaria también influyen en la distribución del ictus entre los jóvenes. Ahora están buscando identificar patrones y posibles causas ambientales.

Las causas ambientales y la exposición a tóxicos están ganando protagonismo como factores relevantes en el aumento de los casos de ictus entre jóvenes. La contaminación atmosférica, especialmente en grandes ciudades, se asocia a un mayor riesgo de ictus.

Las partículas contaminantes presentes en el aire pueden provocar inflamación en las arterias, dañar el endotelio vascular y desencadenar procesos trombóticos que favorecen la aparición de accidentes cerebrovasculares. También el aumento de las temperaturas extremas por la crisis climática.

Estudios recientes estiman que la contaminación del aire, tanto exterior como interior (por la quema de combustibles en el hogar), es responsable de aproximadamente el 30% de los ictus a nivel mundial. Aunque su impacto ha disminuido desde 1990, sigue siendo un factor relevante, especialmente en áreas urbanas densamente pobladas.

La exposición a tóxicos cotidianos sigue siendo un factor de riesgo muy significativo. El consumo de estas sustancias en edades tempranas multiplica el riesgo de sufrir un ictus, ya que favorecen la aparición de alteraciones en la coagulación, daño vascular y arritmias. Además, la combinación de prediabetes y tabaquismo, por ejemplo, triplica el riesgo de ictus en adultos jóvenes.

No hay que olvidar el papel de la obesidad y el sedentarismo, ambos en parte condicionados por el entorno urbano y la falta de espacios saludables. La obesidad ha incrementado su contribución al riesgo de ictus en un 88% desde 1990, y la presión arterial alta sigue siendo el principal factor de riesgo, responsable de más de la mitad de los casos a nivel global.

En conclusión, la interacción entre contaminación, exposición a tóxicos (entre los que se incluyen las vacunas Covid dado que el cuerpo no reconoce sus principios activos) y estilos de vida poco saludables está detrás del preocupante aumento de ictus en jóvenes. Abordar estos factores desde la salud pública y la prevención resulta imprescindible para revertir la tendencia.

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